Oraciones Trans*








I.

Sea como sea.

Tú ya no vas a volver allí.





Aquello, aquello: ya fue.

Tú sabes

que no vas a volver allí

te dices

y mientras tus manos

y tu vientre y tu pelo y tu pecho

tan distintos

lo escuchan y lo dicen también contigo.



Te lo juro y te lo advierto.



Estás a salvo.

Niña, niño, niñe.

Lo lograste.



Por tus muertxs y tus propias muertes.



Que no. Que allí

ya te digo yo

que allí tú ya no vuelves.

II.





Me confirmo vivx.

Me confirmo absolutamente mediocre. Y únicx.



Me confirmo que todas mis partes aparentemente rotas y contradictorias
me conforman completx y perfectx.



No necesito ser masculinx ni femeninx para ti.
Ya no necesito eso.
Y me alejaré si me lo quieres hacer volver a sentir.



Les confirmo a todos mis demonios que sí,
que pueden visitarme.
Que no se escondan. Que les daré el espacio
y el tiempo correcto.



Me confirmo que no abriré más el vacío.

Me confirmo que merezco lo que, el tiempo que me quede,
me quede por llenarme.



Fuerza, respiración, centro y claridad.

Por mí y por todxs mis compañerxs.

















III.







Te hiciste fuerte
desde lugares internos que no conocías.

Te reconociste
sostenidx en ciertas formas propias.
Justo en aquellas
que tú menos esperabas obtener.

Te descubriste
haciendo
exactamente
lo que hacía falta hacer.
Aunque tú no lo sabías.

Digamos que
te sorprendiste de ti mismx, y
bueno,
pues que lo viste,
y que subiste la apuesta.

Hizo falta casi de todo
para que hoy estuvieras.
Aquí.

Ahora ya sólo faltaría
que le quitases el factor sorpresa.

Falta. Qué falta.
Por faltar.

Falta:

que te (lo) creas.





UMBRAL


 

 



 

Llevamos tanta mierda metida en el cuerpo
que
vivimos creyendo que amar es
por fin encontrar a quien nos mate
y a quienes
nos echen de menos cuando hayamos muerto.




La desmemoria.





A la desmemoria te la describiría

como un vacío lento.



Yo lucho contra ella cada día.



Hay una parte mía

que te mira

y que te pide de rodillas

"por favor te lo suplico, ayúdame a recordar".



Pero,

tú ya no estás



ni tu mano ni tu espalda ni tu alma

ni tu risa en ese cuerpo

eres, sí, un cuerpo

en donde tu olvido

y mi quiebre con el pasado

se entrecruzan entre ellos

como caminos angostos, secos y largos

y, difíciles, insisto:



muy difíciles de recordar.



La desmemoria es un vacío lento

adonde pertenecemos la mayoría

de las personas trans*.

Porque,



¿Podríamos pertenecer

a cualquier otro lado?



¿Existiría para nosotrxs en la Historia cualquier otro momento?



¿Quién dirá nuestros nombres?

¿Importan vivos? ¿Importan muertos?



(Y, antes de ser dichos,

¿Sabemos cuáles

son aquellos nombres quizás?)



Su historia, de dónde salen,

y si nos hacen sentir más nuestrxs,

o si ni que sea menos vulnerables.



¿Cómo hacer la política de la memoria,

cuando ni nosotrxs mismxs somos capaces?



De saber, de decir, de traer, de rendir...

Y, claro: de recordar.



- Ven. Acércate. Te voy a contar un secreto.

Éste que te digo lo vi una noche, en sueños.



Y es que, existe un lugar

en que hay

decenas, cientos, miles,

de niñas, de niños y de niñes

esperando

a ser, y por fin, recordadxs.



Y a poder ser honradxs luego.



Es un limbo fantasma

otra dimensión, otro espacio y otro tiempo.

Yo me lo imagino como una guardería.



Es un limbo.

Está lleno de luz, y de una atmósfera sombría.

Y hay esa parte mía, la que no cesa

que querría llegar a ese sitio

y coger de la mano

a la niña, que también fui

para poder llevármela adonde ella y yo

podamos mirarnos, un largo rato.



En mi fantasía es sólo así

que yo podría recordar.



- ¿Qué pensaría, de mí?

Le quiero cantar unas nanas que ya de mayor aprendí.

- ¿Qué me diría, si pudiera hablar?

Quiero arroparla

y poder decirle que todo va a estar bien

que yo me voy a encargar.



¿A quién vería, si me pudiera ver?

¿Se daría cuenta de algo?



¿Lloraría? ¿Reiría?



¿Qué gesto sería el que haría la cara de esa pequeña niña

si yo apareciera, en su espacio detenido

y me la llevase conmigo

a mi vida de ahora a pasear?



- Te cuento otro secreto.



Éste no lo soñé, éste lo viví, y es muy real.



Y es que

la desmemoria es un vacío

que se forma justo

en el centro mismo del pecho.



Y si quieres saber de qué te hablo

y lo quieres observar

sólo detente, con amor, largo rato y respeto

en la mirada

de la mayoría

de las personas trans*.

Nueva serie de pequeños cuentos viejos o “por qué a lxs trans la habitación de la Woolf se nos quedó pequeña”

 


I.

Dormí niña y desperté monstruo.


Las paredes de mi habitación nunca supieron contener,

el mundo que adentro se venía. Encerraban y no abrazaban. 

Sólo ocultaban, sólo retenían.



Y me escapé.


                                            Hoy, que duermo “él”
                                             y sueño con la niña. 




La niña que despierta y juega con el monstruo.


Y, entre juego y juego,
se susurran se cuentan y se miran.

     

¿El qué?

 

Lo que entonces no se tuvo palabras para decir.

 

 

 

II.

 

                                      Descubrí a Aladdin
                          me froté mi propia lámpara
                                     y le pedí mis deseos.



Y pedí poder ser niño
para poder desear
y desearme a mi manera.



                                 Y pedí poder ser niña
                         para lograr la invisibilidad.
                             Sólo querer desaparecer
                   sólo conseguir que me dejaran
                                                        en paz.

Nada funcionó.

Me asusté. Me perdí.


                     Hasta que descubrí la magia:
               la lámpara siempre concede tres.



Encontré mi tercer deseo.
Lo inventé. Lo habité.


Y fue allí que
colorín colorado
me quedé a vivir.


Que estalle la tormenta.






Ni yo tan monógamo
ni tú tan cis
ni quererse cuesta tanto como dijeron
ni la muerte mereció tan poco la pena como ahora mismo


en que te miro y que me entrego.
 

Con una mano recorro todo el contorno de tu cuerpo.
Descubro cada textura. Muy despacio.

En la otra, escondido en el bolsillo un puño apretado.
Y dentro de ese puño, todo el deseo incontenible

temblando

por el siguiente paso
y sin querer cambiar por nada del mundo este momento.

La necesidad insoportable de besar cualquiera de sus labios

me dice al oído:

cede y
deja

que estalle la tormenta.



La herida del rechazo.

 



De la herida del rechazo

se sangra por los poros de las chaquetas

a esta herida concreta

no le va bien ningún atuendo

no le caben las medias, se le descosen los pliegues, 

se le caen los pantalones.


A la herida del rechazo no le abarca este cuerpo que tengo

ni lo hará otro, ni el siguiente, ni el siguiente, ni el de después.


La herida del rechazo es un animal sediento

una mala pesadilla de niñxs,

es un juego roto con la caja de instrucciones extraviada.


La herida del rechazo

no se resuelve con un par de polvos.

Ni de libros, ni de viajes, ni de conversaciones, ni de operaciones estéticas.


(...)


Ayer vi tus ojos sin mirarme.

Un subsuelo se abre y me quedo atrapado dentro

tan adentro que de ahí no me sacan ni los pensamientos mágicos

ni Dios


y ahí


ahí todos los recuerdos y los besos, las playas, las amigas, los lugares

en donde fui feliz

se desvanecen y se llevan contigo 

por un momento

todo lo que he construido hasta llegar a al cita que estamos teniendo.


Ayer vi tus ojos sin mirarme.

Supongo que en el fondo todxs necesitamos enfrente un espejo 

que nos sonría

y que nos diga que no sé el qué, pero que está bien.


Ayer vi tus ojos sin mirarme

y te juro que lo que sentí fue tan, pero tan desagradable 

aceleré la despedida

y ésta fue un regalo y también un quiebre 

atronador

que me dejó de camino a casa

perplejo y abrumado.


(...)


Busqué para volver a encontrarme

los límites de mi piel

y simplemente pensé

en las despedidas


las despedidas, que nos dejan desnudxs y temblando

que nos traen a mesa puesta el silencio y el vacío


que dan el espacio necesario para que se manifiesten los monstruos


y el único secreto que nos queda 

es tan sólo:

que todos y cada uno de ellos 

ya estaban

aquí antes.


(...)


Voy a amar este cuerpo

al que tú no miras

aunque sea lo último que haga.









Probablemente el mundo se acabe antes que tu sueño cisheterosexual.



Es triste.
Pienso al mirar con envidia y con dolor
tus fotos.

Probablemente
el mundo se termine
antes que tu sueño heterosexual.

Probablemente se acabe el mundo.
Y tú no te hayas comido una polla trans
no hayas frotado un coño nobinario
probablemente no hayas probado lo que sucede cuando
no encuentras lo que esperas.

La ciudad que te protegía no servirá
para nada
y tú no habrás llegado al borde. Al límite
de lo que puedes explicar sin temblar
en la cena de tu empresa.

Probablemente no vivas
eso que sucede cuando no encuentras
ni gesto ni trazo
en lo que pasa entre tus manos
te encuentres que no se parezca
a algo, no sé,
por Dios, que se parezca a algo

y
tengas que soltar el cuerpo y las ideas
y tengas que renunciar a la razón y la cabeza
y tengas que rendirte
a la falta de palabras
y te lo tengas que inventar
todo de nuevo.
Todo, que es
tu cuerpo, el mío, y tú.

Es más que probable.
Que el mundo estalle y tú no hayas renunciado a tu sueño heterosexual.

Porque más que de genitales, la verdad
esto es algo
mucho más arriesgado
se trata de que hayas dejado la idea
esa novia
ese novio
y hayas jurado amor a quien definitivamente no va a cumplir contigo
la película que todxs estaban esperando.

Te pido que te impliques.
Bebes un trago.
Me cambias de tema.

Te miro.
Me imagino que no te vas a atrever
a fracasar conmigo. A aprender lo que
significa realmente amar en el camino
equivocado.

Tu sueño heterosexual
se sienta contigo y conmigo en la mesa.
Come del mismo plato.
Me cuenta historias que no me interesan.
Y después se despide
y se va

separando tu casa de la mía
tu desayuno de mi cena
y nos deja
sabiendo que se terminará el mundo pero que tú y yo
no seremos quienes se abrazan
cuando todo esto acabe.

Que cuando al fin sepamos
que todo lo que creímos
lo que mamamos desde la leche de nuestras madres
todo
absolutamente todo
daba absolutamente igual.

No vas a estar.

Te lo vas a perder.
Todo esto es muy triste, amor mío.

Todo esto es
así, como tú.
Todo esto es de lo más normal.



Paredes.





Al conocer y relacionarme con otrxs,

construyo una pared

y le hago un hueco después.



Es para que me puedan ver apenas

y únicamente por allí.

Así, tengo la sensación de control

sobre lo que se ve de mí.



Lo hago para controlar (te) (me) (nos).



Es así, que me garantizo

que puedo mostrar aquello

que yo creo que queréis ver,

evitando que me abandonen o que me rechacen

otra vez.



(Fue demasiado doloroso allá y entonces)



Es desde ese entonces

que levanto paredes.

Al otro lado de ellas, miro y me río del mundo

y me cuento que controlo.



Me río. Hay una risa.

Sí.

Pero siempre será una risa

solitaria, triste, vacía.





Quiero jubilarme

del mundo de la construcción,

quiero dejar mi manía con los muros,

los ladrillos

el hormigón

y los huecos.



Quiero poder desnudarme, frente a mí.

Y que me veas.

No quiero más admiración.

Quiero que me veas.



Quiero que me veas, y confiar



en que podré soportar

lo que sea

que tenga que pasar allí después.




Dear Hetero





No me gustas en mi cama

y es, sinceramente



porque me traes enfrente

a esa mujer

y a ese hombre

que (también) aún viven en mí



es justo aquel, y la, que me señala por dentro

me recrimina

que me insulta, y que me reclama

casi desde que me acuerdo.





Esa mujer o ese hombre: ellxs son perfectxs.

Él y ella son, los que sí que son,

los que sí supieron

supieron saber ese ser así.





¿Así, cómo?

No lo sé. Así...





Así, como debe ser que son quienes sí saben.

Aquellxs quienes dicen ser

un hombre, una mujer

convencidxs y completxs.

No me gustas, porque



aunque me desees, y digas

que no me juzgas

que me respetas

que me cuidas



yo, lo noto aquí adentro

y noto,

en mi propio cuerpo

infalible sensor, más antiguo instrumento

de todos cuantos tengo



que si te dejo acercarte mucho

que si te dejo estar muy cerca,

o demasiado tiempo



despertarás en mí, lo que de mí yo menos quiero.



Y es por eso que tu existencia hetero

Y que tu deseo binario

me hace mal, me hace daño y

aunque me guste la idea,

y a ratos

a lo que jugamos



no me gustas tú



ni cómo me miras

ni que estés aquí

tan cerquita mío

que puedas palpar en tus dedos mi propia experiencia.





Y es por esto mismo,

que mientras esto suceda

y, de momento

me escojo a mí y que de ti yo me prevengo



y es por esto mismo,

que elijo cómplices y compañerxs

a quienes abrir, y que abran conmigo

lo negado, lo disidente y lo prohibido.





Y por esto es, amante trans* mío

que yo en tus ojos me veo

que yo en tus palabras me hallo

y que en tus manos, me siento

libre, limpio, auténtico y sincero.



Y no encuentro mayor regalo

para este espíritu…



Este espíritu que se enciende, se llena y se crece

cada vez que me puedo desnudar, y que te desnudas

casi, como escapando del mundo

metiéndonos en un bucle perverso

de morbos y cariños.





Allí desde donde ahora estás, te escribo

y te proclamo esto:



Porque nos amemos disidentes

y entre disidencias

y no esperemos a que lo haga

por nosotrxs el resto.

Claudia

 



Bienvenida, Claudia, a tu primera poesía.





Claudia.

Me estás gritando en sueños.

En sueños me gritas. Claudia.

Tu nombre. Gritas.

"Claudia"



Y te entiendo. Joder que si te entiendo.

Entiendo que estés tan enfadada.





Porque Claudia,

yo ya le he escrito casi a todo.

Al amor, al placer, al dolor, al odio

propios y ajenos

a los gatos, a la luna.

A cuerpos y tierras.





He escrito memorias

fantasías, ideas,

he escrito relatos eróticos

y simples paranoias.





Y tú, Claudia

estando tan en el centro

de Todo







la reina, la prota, tú, decoradora y guionista

de esta película

no sales ni nombrada

en una sola de ellas.





No soy justo. No.

No lo soy, ni lo fui, y probablemente

nunca lo terminaré

de ser del todo.





Yo no sé cómo devolverte lo que es tuyo.

Te lo confieso.

Yo no sé cómo darte lo que te pertenece.





Entregarte tu espacio.

O quizás es que me da tanto miedo.

Por si, entonces,

es Bruno quien se queda sin su vela

en este entierro.





Básicamente,

Claudia:

yo no quiero pelea.







Por eso no te miro.

Por eso no te pienso.

Por eso no te escribo.





Es por eso que te hago invisible, imperceptible,

te convierto casi así en un desliz visual,

un error gramático

una mala pronunciación

te he convertido y te has quedado hecha

en una palabra tabú

que no debería ser nombrada.





No voy a echarle de esto

la culpa a la gente ni al Sistema.





Básicamente,

Claudia:

me das miedo.





Mira que voy tan de,

y que al final, sólo es que soy cobarde.





No soy justo. No.

No lo soy, ni lo fui, y probablemente

nunca lo terminaré

de ser del todo.





Yo no sé cómo devolverte lo que es tuyo.

Te lo confieso.

Yo no sé cómo darte lo que te pertenece.





Mientras descifro la manera

esa que nadie me ha enseñado

he tenido esta idea:

Voy a escribirte un párrafo, cada día,

a ti, sola.

Y te lo voy a dedicar con creces.





Mientras aprenda a crecer contigo adentro

a no escondert(m)e.



Mientras se quede pendiente

el saber cómo cuidarte

cómo darte el cariño y el respeto

que junto a tu nombre aún quedó en el aire





voy a seguir día a día

contigo

te voy a coger de tu manita tan, tan fuerte

que aunque no te mire

que aunque parezca que me retiro, que te abandono

a ratitos, a gestos, a veces

puedas notar mi pulso

y así sepas a ciencia cierta y no dudes

que: créeme, no va a haber en mi vida

nadie más importante.



Claudia, eres la pequeña

que aparece en las cosas más pequeñas

de mis días





me ayudas a recordarme

que son ellas

las que valen

las que harán que la película

del estar vivas

encuentre sentido, motor y motivo

para continuar en nuestro viaje.





Bienvenida, Claudia, a tu primera poesía.





Disculpas por haber tardado tanto

en dar este paso y

descuida, que ya pronto vendrán

todas las siguientes.

Por qué no puedo ser poeta.





Por lo mismo que no puedo ser casi nada

de todas las muchísimas cosas que el mercado identitario ha tenido en bien para ofrecerme.



“Bravo, poeta”

pero yo no puedo ser poeta.



Me gustaría a lo sumo, ser tu poeta

para que me fetichizases

para que me exprimieras, me utilizases y luego me dejaras

borracho de palabras

asonantes

con la camisa mal abrochada y regresando solo a mi casa haciendo eses.



Te lo reconozco me pondría mucho esto

pero

yo no puedo ser poeta.



¿Quién coño es poeta?



Yo veo poeta

a aquel maricón que le amenazan pero que no se calla

a aquel del pelotón que da un paso al frente

y le pega una patada

al vencedor que dispara, y que más tarde será quien nos dé el testimonio y quien le ponga su nombre a tal histórica batalla.



Porque al final, por mucho que el poeta juegue

por mucho que le dé una y otra vez, y venga que dale a la palabra.

Quien pone nombre, al final, es la RAE.

Quien pone el nombre, es el que dispara.



Pero es que a estas alturas,

¿Quién coño se considera poeta?



Quienes no le temen a la melancolía, puede.

Quienes dan la bienvenida al desastre

(casi-casi como que lo esperan)

seres pretenciosos que intentan sonar al mismo ritmo que las campanas

que las nubes

que los árboles del parque

que un suspiro suave

incluso que el fusil de aquel que disparó al poeta.



Y yo no, yo no puedo ser poeta



porque para ello lo primero que tendría que poder hacer

es aprender a quedarme quieto.

Y eso no sé hacerlo.



Soy más rollo activista, ansioso, militante, de estrés postraumático, hipersensible, hiperreactivo, pedante, sobreleído, sobrevivido, romántico, decimonónico, pintorcillo. No poeta.



Hay que saber parar, para ser un buen poeta.

Hay que funcionar a un ritmo en que te dé tiempo a pensarte bien las cosas.

Que te dé tiempo a sonar bien, y que después,

encima

el aplauso no te joda.

El mar nos ama nobinar*s





Ayer en la cama
me entraste tan adentro
de una manera
en que pareciera
como si fueras a quedarte


yo,
yo callé, no dije nada
sólo gemí y te miré a lo lejos
(también te miré mientras dormías,
más tarde)


y te confieso
una parte mía, ayer, por primer día
deseó que te quedaras.



Al despertar me dijiste
"vámonos a ver el mar"
y esa parte mía, esa, por primer día
no huyó y cogió su toalla
y el bañador de flores
y se fue
contigo


acabamos metidxs
acabamos flotando
y yo acabé creyendo y acabé
casi, sí: como confiando.




El mar es incontenible e infinito.
La playa, no.
La playa es hetero.


Y tú y yo eramos allí sólo
una escena extraña
bollomarica


de dos cuerpos que no se entienden
a la vista
de todxs aquellxs incómodxs bañistas
pero que se están entendiendo
tanto al tacto...



Entre una ola y otra
tus manos se acercan y me agarran
y me aprietas de una manera
tan concreta, cierta y significativa
que de repente y sin previo aviso
yo cojo
y me conmuevo


y a mí me da por creer
en toda la verdad
y en nada más que la verdad
y a poner los pies en el suelo


y mis pies se arraigan
y después de tus manos, vienen tus brazos
y me abrazas, y joder claro:
pues te abrazo



y es que todo se vuelve
tan de pronto y tan ingrávido...



Miro la línea azul
en este horizonte que nos acoge
y entro en un viaje
en el que, más allá de entre tus brazos
yo no sé dónde estoy
y todo esto es muy extraño


y miro alrededor y constato
que efectivamente
todo esto es muy extraño e inexplicable
para mi cerebro tan siempre alerta y tan pendiente


y creo que
lo necesitaba tanto...


Con los pies firmes en la arena
me dejo vencer y me dejo rendir
me he caído y entregado
a alguien (a ti)
lo he hecho por un momento


y creo que
lo necesitaba tanto...


Ayer en la cama
me entraste tan adentro
de una manera
en que pareciera
como si fueras a quedarte.



Ayer comprendí dos cosas:


Que el mar nos ama no-binari*s.
Y que no tengo ni idea de qué significa eso.


No prometo nada.
Pero
pasaba por aquí.


Y te quería dar las gracias.


Lo que te llaman mientras te matan importa.




Lo que te llamaron


en los vestuarios
en el patio
en la cola del baño
cuando de tan pequeñx
aprendiste lo que se siente
al quedarse sin amigxs



lo que te dijeron


la primera vez que llegaron
las malditas mariposas
y fue con quien no esperabas,
ni te contaron, ni correspondía.
Y no tuviste a quién explicarle



lo que te encontraste


cuando visitaste aquel médicx
cuando se expedió un informe
a tu nombre
cuando te miraste al espejo
y no reconociste quién allí te devolvía
una mirada triste, ausente
y algo perdida de sí misma



Lo que intento transmitirte
es que a ti, como a cualquiera
hay palabras que te han atravesado


la diferencia
es que estas tuyas, estas,
vienen desde arriba
y que un buen día te caen encima
y se quedan, se te quedan,
y que pesan
y se vuelven un poquito tú a ratos.


(O quizás y más bien, eres tú
quien se vuelve un poquito ellas)




Lo que intento transmitirte
es que las palabras importan
y más si fuiste esx quien
no cumplió, no quiso, no supo
y no ha encajado.


Que son palabras
las que te atraviesan en tu paso
por la vida
y que a veces llegan hasta en tu paso
hacia ese otro lado
al que por aquí llamamos muerte.



Que lo que te insisto
es
que lo que te llaman
mientras te matan
es muy importante.


Y que si un día no vuelves
que ojalá yo me entere
quién fue y cómo.



Y que cuentes conmigo
porque yo, esa palabra
que tan contra ti se volvió tan tuya
yo,
de esa palabra no me olvido y te la recojo
y la pintaré en absolutamente cada sitio
donde tú pasabas
para comprar los lunes


y por donde cada lunes, tú,
en un mundo más justo, lindo y habitable
en uno que no dé tanto susto,



tú tendrías que seguir estando pasando.








Por ti Samuel, y por cada víctima diaria del fascismo.




Cuando dices amor pero no dices herida.



Cuando veas a tu boca 
llenar en excusas, discursos y debates hablando de "amor"
sin preguntarte, si has sabido parar
y abrir los ojos a la herida
de la que no hablas.


Porque claro, no,
hablar de herida ni mola ni llena.



En un debate sociopolítico
está mal visto,
nadie madrugó ni vino ni pidió el micro para exponer la herida.

...Pero porque sí, ahí sí.

Dejemos la sala de actos. Salgamos un momento. Allí afuera.


Y ahí hablemos de amor.
Hablemos de vulnerabilidad.
Hablemos de intimidad.
Y ahí sentémonos, en cualquier acera.
Porque ahí sí nos podremos encontrar

Y mirémonos.
Y ahí hablemos de un nosotrxs.
Convoquemos al trauma, al núcleo, al nudo
que por detrás de tanta palabrería humana
por encima de nuestras posibilidades
en cada cuerpo sintiente se despliega.


Y ahí sí. Hablemos de la entrega
de la que
y si finalmente, nos inmolamos y apostamos por amarnos
nuestra decisión, tan personal, como política
conlleva.






*En lo que lleva de mes,
se han denunciado 15 agresiones
y se ha producido un asesinato de odio
a las personas lgtbiq.


Entre esta guerra de muerte
alguien tenía que írsele un poco la castaña
y pararse y dedicar un rato a escribir
sobre el amor.


Esta vez ser yo esa persona me parece bien.

¿Por qué a mí no me escribes poesías?

 




En todo este tiempo

nunca me atreví a responder:

- No puedo escribirte poesías

porque escribir sobre ti sería escribir sobre violencia.



Y eso, tú, lo no quieres leer.

Y eso, a mí, me cuesta mucho de aceptar.






Itnogen.





"Creo que puedo ir haciéndome a la idea

de que es que quizás yo nunca

voy a llegar a estar bien con mi cuerpo"



Eso creo, que fue lo último que dije.


Después tiré el itnogen a la papelera.

No sé si a la gris o a la de tapón marrón.


Llevo semanas con el cuerpo raro

vuelve y va, vuelvo y voy


he declarado delante de 20 personas

"os confieso mi verdad

y es que tengo tanto miedo 

a cambio sólo os pido una cosa

y es que nadie me toque"


después, cuando lo necesito desesperado

tu roce o tu abrazo

no sé decir ni mú.


Callo, y callo, y callo.

Tengo el cuerpo tan raro.

¿Cómo pretendes que te explique esto?

¿Por qué das constante por hecho?

¿Quién te crees que eres

y por qué crees que te debo un relato?


Tiré el itnogen

y desde entonces soy como menos

y como más trans* que nunca.


Volvieron las tensiones.

Han vuelto los pronombres.

Las conversaciones confusas

lxs guardianxs de cada puerta de los baños


mi pecho encogido

tu mirada intrusa

la contrafobia de a por todas 

como un aquí estoy yo

 mi arma de defensa automática

y a la vez

toda mi perdición.


Me ves valiente.

Yo me veo superviviente.

Y sé que no es poco.


Me ves ambiguo

híbrido

oscilante

y respetas o condenas

sin conocer ni de lejos qué me trajo

hasta esta posición


yo me veo 

pequeño y asustado

confuso y pensativo

con un cuerpo que no me alcanza

con un cuerpo que no me contiene

con un cuerpo que me pesa.


¿Pero, sabes qué?

Que esto que llaman disforia

esto

esto le pasa a cualquiera.



Yo no sé si alguna vez

voy a llegar a estar bien 

con este cuerpo.

Yo no lo sé.


Yo no sé si lograré

compartir el sexo con alguien que me ayude

a ello.

Yo no lo sé.


Sí sé que 

tiré al contenedor el itnogen

no sé si al gris o al marrón

sí sé que

siento paz a ratos

y un poco de derrota

y un poquito de arrepentimiento


y también sé que 

estoy cansado de todo esto

pero que en una sola vida estoy aprendiendo tanto

pero tanto


que cuando me acaricio y me abrazo

me digo y me confirmo

que no cambiaría por nada

no haber apagado 

el destello de libertad

que traje a este mundo

en mis ojos

nada más hube llegado.


Dejo las hormonas y

definitivamente...

soy más trans* que nunca.




Si la poesía.




Si la poesía no vino

para imaginar otro mundo


si no abre caminos posibles

nuevas formas de existencia


si la poesía no nos convoca

al llamado de la lucha


si no honra a lxs muertxs por la libertad

si no abre el espacio a quienes 

están por llegar


si no deja en los oídos la verdad,

si en la boca no te sabe a resistencia


si tu poesía no nació

del amor y de la rabia 

de la necesidad pura 

de cambiar el orden de las cosas


entonces, no me rimes

no me times

no me entretengas

no me cuentes


no me digas


entonces

no 

me

nada.




Quisiera que te enamorases de mí.





Quisiera que te enamorases de mí.



No de lo que digo.
No de lo que hago.
No de lo que digo que voy a hacer y
que como siempre y, finalmente
dejaré no hecho.



De mí. Me gustaría que te enamorases de mí.



No de mi ropa
no de mi cuerpo con ropa
no de lo que parezco
no de lo que digo que soy aunque
como siempre y, finalmente
luego sea todo lo contrario



De mí. Yo quiero que te enamores
sólo y exclusivamente de mí.



No de lo que has oído.
No de lo que dicen.
No de lo que te han contado.



Quiero que me quieras
tan desnudx y pálido
tan pequeño y frágil
que te dé hasta miedo poder quererme tanto



Este es mi fetiche.



El de que veas mi verdad
y la desees casi como si te murieras.
Quiero que me veas
tan insultantemente real
que te acerques, como locx, a besarme



Que no te tiemble ni el pulso
mientras me desnudas y follamos.



Que te posea algo.



Que ese algo que te posea, sea
nada más ni nada menos
que el amor por haberme mostrado a ti.



Ya ves.
Cada cual tiene sus sueños.



Los míos son básicos, predecibles,
infantiles, un poco de decadentes y un poco de pretenciosos.



"Me gustaría que te enamorases de mí", pienso


mientras te intuyo sonreír,
y me siento farsante
y un poco mezquino
y un poco caraculo



suspiro
miento
no me muestro
no te digo
no estoy, no soy,
no yo, no nada, no
...y no.



Pero quisiera tanto que te enamorases de mí.

De mí. No de lo que hago
para que te des cuenta de que existo.



Ni de lo divo.
Ni de lo trans.



De quien se esconde detrás de todo eso.



No de lo bien que suena.
No de mi máscara.
Sólo de mí,
sólo
y es decir:



que ni tan siquiera de este poema.

 





Si no puedo ducharme con mis amigas,

no es mi monogamia.



Una ley no es nada.






Una ley no es nada.
Nada.
Al lado de todo lo que nos habéis robado.


Una ley no es nada.


Quizás no hacía falta
que nos mostrarais tan a la cara
y tan descarado
que no os somos personas
que no partimos del respeto
que no tenéis corazón y no habrá justicia
si seguimos en vuestras manos


Quizás no hacía falta.
O quizás sí, la hacía.


Una ley no es nada,
creednos,
NADA.


Seguiremos resistiendo
y en el camino nos iremos encontrando.


Politización y memoria,
compañerxs.


Que ni perdonemos ni olvidamos.


Demostrasteis
que odiáis cada pequeño esbozo
de belleza, de esperanza y de vida.


La belleza que representamos.
La esperanza que somos.
La vida que despertamos.


Una ley no es nada.


Pero hoy...

hoy
una ley lo fue todo.









El gobierno. Y yo, después.










Mi verdad y mi historia.


Mi cuerpo y el gobierno.
El deseo y la ley.
El hombre y la mujer.


Mis pecados, y los tuyos, y los de ellos.
Lo natural y lo violento.
Mi cuerpo. El gobierno.
La santa normalidad, y yo...


y yo, después.


La radio y la prensa.
La rabia que no cesa.
El escaparate y el contenedor.



Arder. Romper.


Lxs hijxs que no sé
si puedo o si quiero o si voy a tener.
Aquel nombre aún en mi carnet.
Mis tetas sin quitar.
Mis hormonas que a saber.


Mis recuerdos que no se van.
Mi pasado que me pesa.
Mi confusión prematura.
Mi rareza congénita.


Mi soledad.
Mi no-lugar.
El no entender.
La puta falta de pertenencia.


El trauma.

Diagnóstico.
Disforia.
Te cambio apego por sexo
y me quedo tan contento.


Tengo miedo:
no sé si de quién soy
o de quién quiero llegar a ser.


Mi novia dice que soy trans.
Mi madre no dice nada.
Mi padre se levanta y se va.


El gobierno.
El gobierno.
El gobierno.


Y mi cuerpo.
Y mi mierda, mi duelo, mi miedo.
Y después...


Y yo.

Y yo, después.

¿Jugamos?

 


A ti, que te escribo
y me imagino que ya te has dado cuenta
de lo que significa y de las consecuencias
de que vivamos
cada día a día
en un mundo que nos niega.

A ti, que te escribo

por cuántos de los dolores
que a solas
en tu mundo
aparente
te atraviesan

son fruto de este primer dolor,
del cotidiano, latente, estructural
que llevamos a cuestas.


Un buen día, hice por mi propia vida
una gran apuesta
y es desde entonces que nos defiendo. De lo que haga falta.
Y que abandero, con orgullo:


Que no seré yo quien permita
que sea la violencia
la que nos defina.


Yo no sé si tú te acuerdas:
estuvimos a salvo.


Bailamos y reímos
nos abrazamos y jugamos
y éramos dos niñxs
cachos de carne, de ternura, de pieles, de risas, de deseo, de manos.


Y estábamos a salvo.


Y ese es el lugar adonde llegar
y es allí donde quiero que volvamos a encontrarnos
porque lo que pasó luego, y luego, y luego,
y más tarde, y puede que incluso ayer


eso 

fue 

violencia


y no fue justo, ni lindo, ni digno, ni mucho menos necesario.


Y me niego y te niego
que la violencia
que lo que soportamos, que todo aquello
que toda esa mierda
sea lo que nos una a ti y a mí en el viaje


y reniego y no acepto
que cuando nos miremos a los ojos
lo que busquemos, lo que encontremos,
lo que veamos

sea 

eso.


Tú y yo estuvimos a salvo
y, ¿sabes? lo estaremos
y mientras no olvidemos la grandeza
de tocarnos
de mirarnos a los ojos
y que mientras nos reconozcamos
al hacerlo


jamás dejaremos de ser esxs dos niñxs
que saben amar, y aún más, que saben ser amadxs
así como son ellxs
y que puedan continuar
tranquilxs
su lindo y tan escandalosamente libre
inocente juego.


Por los encuentros disidentes
de placer, de calidad, de calidez, de amor, y de deseo.


(Y ahora es cuando, 
te tiendo mi mano y te digo...

¿Te vienes? ¿Jugamos?)






De la tristeza.








"La tristeza no te va a tragar"
es algo que querría tanto hacerte creer


y sin embargo


sólo alcanzo a besarte
a mirarte, como mucho,
a soportarte, al fin y al cabo.


A soportarte porque
en los bordes de tu tristeza
nace también la mía propia.


Al borde de tu tristeza hay
un campamento montado
donde habitan
todas las tristezas del mundo.


Ya ves. Sólo alcanzo a besarte
a soportarte, al fin y al cabo.
Así, tan triste, tan vacío todo, tan estéril, y tan vacuo


de razones y de caminos
de lógicas y de sueños
de canciones y de refranes


La tristeza es un desierto grande
tan
pero tan grande
que quisiera convencerte
de que no vas a ser tragadx,
y sin embargo, ni yo puedo


y cuando abro la boca para decirte
algo de esto
para soltarte el rollo, el discurso
venderte esperanzas ajenas
viene tu tristeza, o la mía, o no sé ya
la de quién, o la de todas
juntas al mismo tiempo


de pronto yo temo que se me meta
por la lengua
y que se me trague a mí también.


La tristeza es blanca, o azul
como la de los hospitales
como las de los geriátricos
los psiquiátricos
las malditas salas de espera.


La tristeza puede tumbar
hasta a la presencia más grande
hasta a la voluntad más generosa
hasta a la fuerza más auténtica


las tumba en una cama
y las rodea de flores de ausencia


que son blancas
y
azules.


La tristeza, igual que la locura
es la presencia de una ausencia.


A mí, como a cualquiera
no me gusta hablar, ni oír ni escribir
de la tristeza.


Mi tristeza, la mía,
la mía se llama Claudia.

El otro día pude
por primera vez en mi vida
escuchar aquel llanto
que le ahogaba.


Claudia, hoy entendí:


que cada lágrima
que la niña no pudo hacer salir


el tiempo, las convirtió
en una por una
todas las poesías trans*
que Bruno pudo por fin
escribirte hoy.

Sangro.





Sangro

aún sangro
cada vez menos
sólo cuando descanso
 
de esa dosis de C19H28O2
de cada día
momento
existencia mía
en cada semana
de cada año.


Sangro
una sangre delatora
así que, sí:
aún sangro.


No fui la mujer completa
en cuanto al género
no soy hombre completo
según al sexo
tampoco soy trans completo
dada mi actitud
deduzco,
al parecer
porque
la verdad y lo cierto, es que
aún sangro.
 

Sangro, y lo peor
es que lo requiero.


Yo sangro
y la sangre es quien se acuerda
del destino predeterminado

sangro
y es la sangre quien me ubica
en el lugar que este mundo
me tenía otorgado.

Sangro
y mientras lo hago
imagino a mucha gente
mirando
a miles de gente, no,
a millones de gente
veo a un gran mundo
enjuiciante observando

mirando al bebé que llega
que viene marcado
miradas que van abriéndole y marcándole
en la entrepierna
su papel
ese sitio dado

Ese bebé,
mundo
ese bebé,
mamá, papá, tíos, abuelas
y hermano

no cumplió la expectativa
que creímos que traía
como una hogaza bajo el brazo

descuiden que
no hace falta que se lo digan,
que
digamos
que ese bebé ya se ha enterado.


Como decía.


Sangro
y mi sangre se me hace
necesaria
y mi cuerpo me habla de un
pasado
me habla de la primera vez
me habla de mi miedo
de mi placer y de mi
rebeldía prematura.

Esta sangrecuerpo
a mí me dice tanto.

Sangro,
y si es que sangro
¿en qué lucha quepo?


Expulso
una sangre que no es
femenina.

Expulso
una masculinidad
que no idolatro.

Por favor, a quien lea esto:
nunca permita
que nos esterilicen
a lxs nuestrxs

no le apuesten
a la política
que nos niega el cuerpo

por favor, pase lo que pase nunca permitan
que nos roben
nuestra sangre
y nuestros sueños.


Y es que
cómo explicarte,
amigx.


Toda esta es nuestra
sabia resistencia.

Todo esto que te cuento
importa tanto...



 


Una primavera trans*.


Inspirado

por las compas de la Primavera Gorda






Porque a día de hoy,
mucho más que la idea de visibilidad,
a mí, lo que me inspira es la imagen
de una Primavera Trans*.


¿Cómo sería una primavera trans*?
¿Cuáles son nuestras raíces?
¿De qué colores son nuestras flores?


¿Hasta dónde se bifurcan
las ramas de nuestro lugar legítimo
y de nuestro poder ancestral?


¿Y las ramas del deseo,
hasta dónde llegan?


Nos (y me) veo como ese gran árbol
que no sólo resiste a pesar de.
Sino que existe, en sí mismo, joder.


Y que florece si no se le tala.
Y vaya que si florece.


Hoy, como casi siempre,
en este día internacional
más que influencer yo me levanté poeta.


Y es por eso que dejo
que me atraviesen
cientos de preguntas abiertas.


¿De cuántas historias
nos habla tu propia historia?


¿Hasta dónde llega tu deseo, hermanx?


¿Cómo es que no te atreves
aún a expresarlo?

¿Eres consciente de cuánto mereces?
¿De todo lo que aportas?


Visualizo una primavera trans*
una llena de amor propio.


Que no pida permiso
a las tiendas de ropa
al psiquiatra
al encargado del turno
ni al ginecólogo.


Visualizo nuestra primavera trans*
de desbordante
revolucionario
e inclasificable
amor propio.


Para ser visibles afuera, primero
hace falta que nos veamos adentro
en la grandeza que hemos venido
a ofrecer.


No pedir permiso.


Mirarse, tocarse,
respetare por ser quien se es
quererse
y sobretodo
quererse junto a lxs tuyxs.


Feliz visibilidad y feliz primavera
hermanx.



Me cago en el sagrado femenino.



Cuenta la leyenda

que si dices tres veces "sagrado femenino"

de enseguida se te baja la regla.


Esta poesía es un elogio

al enemigo mal entendido

y a la magia que desborda esquemas.



Sí, lo digo.

Me cago en el sagrado femenino.

Y lo hago de la misma forma 


en que lo hago en todas 

y con cada una de las normas

que no vienen para acompañar 

ni para amorosamente contener


el sagrado desborde que supone 

dejar que suceda la vida.

Dejarse ser.


Las que digo, estas, son de las que arrancan

reprimen y castran

las más violentas de todas: las camufladas

que llegan calladitas, y que te callan.

En este caso, las envueltas 

en lacitos envolviendo diagramas de anatomía médica

y color pastel.


Me cago en la simbología que emula

una naturaleza que no nos corresponde

ni representa

un obvio intento de decretar esquemas

donde no caben;

de esbozarle cartografías 

a la supuesta normalidad impuesta


a base de meteros en cuerpos y vidas

que ni entendéis ni son las vuestras


genital hormona cromosoma genital hormona cromosoma genital 

córtex cerebral, dado el caso también se presenta


se trata

a la vieja usanza

de una simbología carca, rancia, pedante, 

pesada, anticuada y necia


la que va en contra de la verdad incontrolable que supone

(y os repito)

dejar 

que suceda 

la vida


y dejarse ser en ella.


Me cago en lo mal que os gestionáis el miedo, queridas.

Me cago en que carguéis afuera 

con vuestra rigidez de miras.


Me cago en seguir aguantando en mi cuerpo decretos y secretos.

Juezas, fiscales y policías

de géneros

que no habéis conocido ni en sueños.


Creednos, que no sobrevivimos a la institución de la familia,

que no atravesamos lo que supone 

la traición a la casta

para tener que lidiar ahora con vosotras

y andar todavía en estas.


Os transmito la mala noticia. Vamos a seguir existiendo

desde nuestra precariedad corporal

desde el amor y la resistencia

que supone

que atraviesa


que envuelve nuestra piel en que 

se desenvuelven nuestros peculiares afectos


transformados, transcendidos 

transtornados, según quién


hechos

con ternura 

rabia

y ritmo

igualito 

que fue hecho

este mismo poema.


Oye. Que adoro el color rosa.

Que no va de esto.

Aclaro. No te creas.


Pero es que defiendo y defenderé 

hasta las últimas consecuencias

la libertad, la oportunidad y la experiencia

de una vida que a nadie le deba

ni por miedo, ni por chantaje


el ser vivida a medias.













De sábanas y señales.



Tengo tantas ganas de hallarte
como las de que tú me halles
y no sé dónde empiezan unas
y acaban esas otras
que te digo.


La invitación a mis sábanas
ha cambiado con el tiempo
han cambiado los años
y he cambiado yo con ellos
también las sábanas
(estas en concreto, las compré borracho
de oferta en El Corte Inglés)


Las ganas, no cambian.


Es el ansia de descubrimiento.
De ti, de mí, de algo
que siempre resultará inesperado
y que se siente como nuevo
y me nueva, me nieva y me renueva
es un juego del ajedrez con movimientos
y estrategias
es como querer abrir libros
por aleatorias páginas diversas
como tirar dados.


El sexo es un juego de ni ganar ni perder.


Es muy divertido.
De veras.


Hoy es tu cuerpo, ayer, fueron otros
mañana ya veremos
el mío, permanece en las sábanas cambiantes
de/sde las que te escribo
y también ha mutado,
ha explorado diferentes posturas, movimientos
y maneras
le han cambiado las curvas
le han salido pelos
deseos, dudas, orgasmos


Mi cuerpo es el mismo aquel que una vez
tenía 15 años y le hizo una paja
en un parque casi ya a la luz del día
a un pavo
que ni supe su nombre, ni recuerdo
sus rasgos, ni me importó nunca
mucho
todo esto


Tengo ¿de estas? tresmil.


Es el mismo cuerpo.
No sé si lo estoy sabiendo transmitir.
Es muy extraño hacerlo.


Como te decía.
Las ganas siguen, las sábanas cambian
el pelo crece, las caderas se reducen,
la voz se agraba, el clitoris, hace lo suyo


y tú, a ti, a quien quiero invitar
a una posible aventura


Tú eres otra, otrx.


¿Te das cuenta?
Que yo lo soy también.


Es el mismo cuerpo.
No sé si lo estoy sabiendo transmitir.
Es muy extraño tratar de hacerlo.


Te invito a creer en ello,
y a crecer.


Y, si crees que no vas a creer
y, si te dispones a que
no vaya a crecer...


bueno, pues ahí,
ahí ya lo veremos.


Espero señales.
Aquí te espero.

Te regalaría tiempo.



Si pudiera regalarte algo,
¿sabes qué?
te regalaría tiempo


Te regalaría mañanas al sol
y, por qué no, a tus sombras asomadx


te regalaría un reloj imaginario
que sólo avanza cuando
sientes algo, descubres algo, ves algo,
te encuentras con algo


te regalaría diez cafés infinitos
aunque descafeinados


y que el resto del tiempo nuestro, se pare
esperando
a que lo vuelvas a sentir, a mirar, a ver
o a decir
pero de otra manera


Te regalaría paseos
ratos largos
te regalaría rodeos infinitos
sin ningún motivo


Si yo, yo pudiera
ofrecerte a ti
por arte de magia
un tesoro precioso y necesario


sería el del tiempo que necesitas



y si yo pudiera
regalarte tu tiempo, yo
me estaría regalando
a mí el mío


Que te roben el tiempo, es casi
como que te roben el cuerpo y
yo a veces conecto con que
no sé quién habrá sido, pero a mí me han robado
las dos cosas


O quizás solo han desaparecido,
se han esfumado
o acaso he sido yo mismx


En fin.


Mi tiempo y mi cuerpo.


No encuentro a quién reclamarle
el secuestro, el botín
aunque a la vez sí sepa muy bien
de qué estoy hablando.


De modo que,
si nos pudiera regalar algo
sería el tiempo que necesitamos
para dejar de escapar
de lo que sentimos
para mirar la vida a la cara
con la franqueza, la limpieza y la frescura
de quien ha perdido el miedo


de quien está preparadx
y quiere ver

de quien ha ganado horas
días, segundos, años, semanas
contra la vorágine de huidas y mentiras
que nos gobiernan
que nos construyen
que nos mantienen y que nos
matan


Porque
una de las formas perfectas
de matar alguien o algo
sin mancharte las manos ni la conciencia
es justo, la de dejar de tener
el tiempo para ellas


Te pongo mi corazón en tus manos
como dirían Carlos Baute y Marta Sánchez
y te ofrezco un pacto de paro y de silencio
de palabras al aire
de risas concisas
caricias ligeras


hacerte el amor y susurrarte luego
"no te preocupes, todavía hay tiempo".



De terfs, institutos no superados y bullyings tardíos


“En una sociedad donde el éxito se define en término de acumulación de capital y domesticidad reproductiva, las personas queer están relegadas en ambos ámbitos al espacio del fracaso, y de alguna forma, hacen del fracaso un proyecto digno. En otras palabras, en la medida en la que las personas queer quieran trastocar las normas sociales tienen que comprometerse con el fracaso, y como diría Samuel Beckett “fracasar mejor”.”

Judith/Jack Halberstam


"Me dijeron:

— O te subes al carro

o tendrás que empujarlo.

Ni me subí ni lo empujé.

Me senté en la cuneta

y alrededor de mí,

a su debido tiempo,

brotaron las amapolas."

Gloria Fuertes, Mujer de verso en pecho


Las personas lgtbiqa+, quien más, quien menos -salvando excepciones en instituciones educativas amables o en entornos abiertos, acogedores a “lo diferente” y amorosos, así, en plan a lo incondicional- han y hemos pasado fases vitales lidiando con el peso, tanto en lo externo (lo interrelacional, aquello que se muestra, lo que hacemos) como en lo interno (lo intrapsíquico, el espacio subjetivo, ese mundo en que cada cual vive y se cuenta sus cosas a su manera) basado en un eje central y obvio: no cumplimos la norma.


Esto que acoto en “existe la norma” y “si no la cumples, lo sabes, lo notas y te pasan cosas, por fuera y por dentro” es algo simple, llano, obvio y sencillo de entender.


Todo lo que leerás, a continuación, parte de esto, y trata del bullying, los institutos, los feminismos, y el ser trans*. El título no engaña. Así que, vamos allá.


Vivir en este mundo, no cumplir la norma, y que a tu pepito grillo le conste que no lo haces, es algo que determina, construye y vertebra tu ser. Lo cual te lleva a desarrollar diferentes actitudes, aptitudes, fortalezas, heridas nucleares, miedos, deseos y maneras.


Te pasarán muchísimas experiencias más, nunca podríamos ni -creo- deberíamos decir cuál es la definitiva ni más determinante de ellas. Lo que sí que creo es que la marca de no ser lo que deberías ni lo que se esperaba, es una marca que no se quita ni con una pretendida vida normalizada, ni con un añito de terapia, ni con un así como quien no quiere la cosa.


Hablo desde lo que conozco, y aunque nunca es siempre ni el absoluto de los casos, mi propia vivencia y mi profesión como psicoterapeuta me dan lugar y pistas para poder desarrollar determinadas ideas, aún sabiendo que al hacerlo puedan sonar a verdades rígidas. Así que, quiero aclarar antes que nada: si no estás de acuerdo, o si a ti o a tu vecinx esto no te ha pasado, sino que te ha pasado nosequéotracosa, BIEN. Es lícito, y lo respeto. Sólo generalizo porque sino es muy difícil poder escribir e ir al grano.


¿Por qué empiezo por aquí? Porque empiezo por el principio. Es decir, por donde comienzan muchos asuntos a los que quiero poner la atención a lo largo de estas líneas. Estos aspectos los podemos agrupar y titular como “etapas no superadas”, “asuntos inconclusos”, “necesidades pendientes por ser atendidas” o “un mal trauma lo tiene cualquiera”, según el día, con qué humor te lo tomes y cuánto lo tengas ubicado. 


Entre las siglas lgtbiqa+, hay notables diferencias. Es como decir, estamos en la misma, hemos pillado igual, y también no. Tanto en el lugar que ocupan en esta palabra compuesta por las iniciales de todas ellas, tanto por la vivencia, tanto por lo que implican en tu psique y en tu cuerpo, tanto por cómo las instituciones, los massmedia y los rumores sociales las han ido manejando. 


A todo lo anterior, por supuesto, le afecta tu clase, barrio, lugar de procedencia, racialización, etnia, físico hegemónico y momento histórico en que te haya pillado. Los ejes de la norma no son únicos sino que van interrelacionados.


A sabiendas de ello, voy a seguir centrado en el eje sexo-género, de nuevo, para evitar dispersarme y poder decir algo concreto. 


En esa época convulsa, ese momento del desarrollo que va entre el colegio y el instituto, en estos años de romper y poner a prueba límites - ¿Cuál es mi relación con la autoridad? ¿Quién es ese “yo”? ¿Dónde empiezo y dónde termina para encontrarse con un “tú”?- , de búsqueda y necesidad visceral de pertenecer - ¿Quiénes somos lxs “nosotrxs”? ¿Qué es y cómo se constituye un “nosotrxs”? -  es en estos precisos momentos en donde encajar o no encajar, diríamos, aquí, lo es todo. 


El baile de fin de curso. Los grupillos en el patio. Quién se sienta delante y quién se sienta detrás (o ni se sienta) en las clases. A quién le esperan a la salida y para qué le esperan, a quién no le espera nadie. 


Es en este periodo vital humano -y blanco occidental, y siglo XXI- en que el fenómeno bullying tiene su escenario, su caldo de cultivo y su mayor trascendencia. 


Yo entiendo el bullying como una dinámica concreta planteada de relación entre tú y el mundo que te rodea, en la cual tu poder, tu valía, tu importancia y tu reafirmación como persona, dependen y se determinan fervientemente con el deterioro, y en última instancia el aplastamiento, de estas cualidades humanas en la otra/o/e. 


Por si no lo teníamos claro, lo explicito. Hablo de cualidades humanas. Todxs necesitamos, en cuanto a animal social, y, por salud psíquica y emocional, sentir y obtener nuestro poder, nuestra valía, nuestra importancia, y reafirmarnos como personas que pertenecen a algo y cuya existencia repercute en su entorno más cercano. Es decir: necesitamos sentir que quienes somos y lo que hacemos, le importa a alguien allí fuera. Y, no sé si necesario, pero sí es realmente reconfortante y gustoso, y mejora considerablemente el sentido de la vida, sentirte parte de algo más allá de ti mismx.


Lo que nos concierne aquí, no es cuestionar este deseo humano. Lo que propongo que nos ocupe son los medios en que decidimos conseguir satisfacerlo. 


El poder es una parte intrínseca a nuestra experiencia humana. El juego de y el abuso, eso, son opcionales.


Mediante una práctica buller, yo consigo mi poder, mi reafirmación y mi valía en base a atacar, cuestionar, disminuir y, en último término, aplastar la tuya. 


Y esto tiene que ver con la interiorización del patriarcado, tanto, como cualquier otra práctica abusiva de las que tanto señalamos.


Gran parte de las mujeres cis y mucha más gran parte de las personas lgtbiqa+ tenemos, de por sí, y en término estructural, poco, bastante poco poder. En esto de la repartición de la tarta, digamos, estamos jodidxs. 


La pérdida o ausencia de ese “poder estructural” en tu vida es algo que se nota, y que pasa factura. Enfada, duele, genera carencia, envidia, tristeza, depresión, desvalorización y puede tener consecuencias severas en la autopercepción de ti mismx y de tus vínculos, así como distorsión de lo que sucede en tu entorno.


La vivencia de no haber cumplido la norma, la vergüenza nuclear, la culpa sistemática, y el castigo social que conlleva, ya la describí al comenzar. Es grave, si no lo he dejado claro: no hablo de ninguna tontería. A veces incluso lleva, y esto hasta los titulares más mainstream lo saben, al suicidio. 


Quién fue: quienes hicieron de su existencia un infierno, “le suicidaron”, o fue esa personita desesperada ante una falta de apoyo y de herramientas para pedir y recibir ayuda, para resistir a la violencia. No creo que se pueda separar. Fue todo. Fue violencia, y fue un acto de decisión desde el ojo del huracán de esa violencia. Esto se llama frontera organismo-entorno. Fue el TODO. 


Porque ahí están. Hay personas que aprenden a buscar su espacio y a reafirmar su poder atacando y aplastando a la de al lado. Hay personas que tienen tan interiorizado la relación desde la competición, que no conciben compartir la existencia junto a otrxs de otras maneras.


El feminismo teórico, el que más nos excita defender, cuestiona todo esto. El feminismo de kafeta, bar, calle, comunicado, asamblea, y post en twitter, el feminismo nuestro de cada día, ése, creo ya no tanto. 


En cada historia de instituto, cada organización piramidal de quién mola y quién no, quién queda reina de la fiesta y quién se queda en su casa, hay un sector que tiene que apechugar. Tiene que quedar en lo más bajo. Y desde ahí, le damos la posibilidad de hacer dos movimientos: inspirar rechazo, sospecha, asco u odio; o dar pena, pero de esa en que nos gusta que además se nos dé lecciones. Lecciones de superación, de amor propio, de resiliencia, de la lucha contra el sistema que le oprime, de ese morbo de Telecinco de ver que esa persona lo ha pasado como la mierda pero que, joder, que ahí está, remando, hostia. 


A este punto quería llegar. Para unos cuantos feminismos, y feministas, esa figura marginal, excluida y luchadora que, o la juzgas, excluyes y odias, o la compadeces, exotizas y admiras (un poquito en la lejanía, no te engañes) somos estxs vuestras compis: las personas trans*. 


Esta gente que la gente trans* somos – y me incluyo- yo la verdad no sé muy bien de dónde salimos ni por qué somos como somos. Hay muchas teorías. Hay estudios de nuestros cerebros. Tampoco te sabría decir cómo somos. Somos gente. Y llevamos aquí, tanto en la faz de la tierra como en las fauces de la discriminación y de la violencia de género, mucho, mucho tiempo. De hecho, es difícil de imaginar el estar en la faz sin esas fauces.


En cualquiera de ambas opciones que describo, y que a vuestros entendimientos cisnormativos tenemos para manejarnos si aspiramos a tener lugar en esta fiesta, en cualquiera estamos vendidxs. Tenemos que cumplir el guión que nos habéis otorgado. Y lo cumplimos, claro que lo cumplimos, a ratos lo hemos bordado…


Y, en cualquiera de ambas, estamos condenadxs. A ser marginal. Es el sitio que nos ha correspondido. No hay que haber estudiado muchos masters ni doctorados para saber de qué va esto que te estoy contando. 


Hubo un momento político e histórico en que, después de duelos, rupturas, juras de amor eternas y revisiones profundas internas, tanto individuales como colectivas, el transfeminismo tuvo un lugar y un nombre que pudiera pronunciarse. Algo que dijera que sí, que estamos, somos, merecemos, el feminismo es también nuestro espacio donde estar, luchar, aprender, crecer, creer, crear,  pertenecer, en fin: existir.


La norma y el patriarcado no son tan dóciles, no les gusta perder la partida. Y renacen, resucitan, se renuevan y vuelven a la carga siempre en nuevos discursos, cuerpos y subjetividades. 


El transfeminismo era demasiado, fue demasiado, digamos que nos hemos pasado de listxs. ¿Identidades marginales ocupando un lugar digno, deseable, placentero, hasta incluso de estabilidad afectiva, económica y social? ¿Estamos locas?


No gustó, nuestro cachito de la gran tarta nupcial, nuestro rinconcito en la sombra que daba la palmera del éxito.


Si la lxs parasiempremarginadxs® de repente les va bien, y sonríen, bailan, pasean, se realizan, disfrutan entre nosotrxs, o peor, en nuestras narices… ¿Qué mierda de pirámide se nos está quedando?


Y como de la radicalidad que supuso un transfeminismo también se sale, esa que afirmó que el propio género es la violencia, se nos presenta un feminismo correspondiente a estos tiempos de regresión y de reaccionismo a nivel político y social que corren: ponle una pizca de política burguesa de igualdad, una pizca de ilustradas de la diferencia, un mucho de mujerismo y de lo mío más y mejor y de y tú te callas. No entras al baile, o, si yo te lo concedo y entras, no alces ahí dentro tu voz, esa así, tan hormonada que gastas. Vaya, que aquí yo hablo y tú te callas. Y como hables, chst, atentx a las consecuencias.


Percibo un fuerte “por favor, damas, caballeros, vuelvan a su sitio” -ese que a nadie le importa mucho cuál debe de ser, pero del que al parecer no deberíamos habernos movido – “y no hagan ruido al salir”.


He usado toda la ironía y todas las metáforas que he podido. Porque sino, solo me saldría rabia. Y lo que ahora mismo me interesa es que al menos alguien llegue hasta el final de este artículo.


Siento dolor y decepción por cada ataque que leo y que veo, cada aplastamiento, violencia, mensaje y discurso de odio que se difunde, se deja pasar, se queda, se instaura. Y yo sólo veo vuestros empujones, competición, afán de protagonismo, y técnicas patriarcales para procurarse bien guardado y calentito un sitio que nadie pretendió arrebatarte. Veo envidia. Veo una etapa del instituto ciertamente no superada. Y con secuelas graves, y que peores se pueden tornar, como personas adultas que pretendemos ser.


Quiero acabar recogiendo la cita con la que comienzo este escrito. “Hacer del fracaso un proyecto digno” nos regala Halberstam. Os quiero hacer un guiño, personitas feministas que estéis viviendo la situación de la que habla este artículo, de cerca, o metida directa en vuestras carnes. 


Os quiero dar mi testimonio, no a modo de ejemplo, sí de fe en la posibilidad. Unirse en comunidad. Buscar y fortalecer de amor el entorno, aquel en que la experiencia trans se diluya con la de quienes no lo son. Procurar que en la red, la felicidad de unx sea una meta tan deseable y tan poco sorprendente como la de cualquiera. Comunicar. Expresar. Expandirse. Que lo que se hace, se dice, se piensa y se siente, se parezca entre sí cada vez más. Tener afecto y sexo satisfactorio. Tanto como el cuerpo desee y alcance. Hacerse las preguntas más prohibidas e incorrectas. Dejar que las respuestas lleguen, que ya vengan solas. Ganar el pan con lo que te llena. Haciéndote cargo de tu lugar. Sin culpa y sin vergüenza. Fracasemos de la norma con mucha luz, dignidad, verdad y compañía. Y acompañemos en ello al resto de brillantes fracasos que encontremos por el camino. 


No voy a recurrir a las manoseadas cifras acerca de que nuestra esperanza de vida se calcula considerablemente baja. Es que no hace falta. Todxs sabemos que esta vida es más bien corta, y con eso basta. Sólo sé que en este momento histórico, el aquí y ahora de la gestalt y el no future del punk, nunca estuvieron más de acuerdo entre ellas.


Para finalizar, y para quien sea. Si te enciende, descuadra, molesta, obliga a reaccionar, ver una persona trans (no solo mujer trans, no solo chico trans, no solo nobinarie, CU-AL-QUIERA) siendo feliz, amada, deseada, deseable, triunfadora, capaz, querida, con su tranquilidad resuelta y su paz con el mundo encontrada… 


…Piénsalo de nuevo, porque no te gusta que nuestro guión preescrito de vida cambie. Porque eso, cambia el orden de todas las cosas. Te gusta el orden. Y ese orden que te gusta es un macho violento, asesino y patriarcal.