Mantras jipis.





Me confirmo vivx.
Me confirmo absolutamente mediocre. Y únicx.

Me confirmo que todas mis partes aparentemente rotas y contradictorias me conforman completx y perfectx.


No necesito ser masculinx ni femeninx para ti. Ya no necesito eso. 
Y me alejaré si me lo quieres hacer volver a sentir.

Les confirmo a todos mis demonios que sí, que pueden visitarme.
Que no se escondan. Que les daré el espacio y el tiempo correcto.

Me confirmo que no abriré más el vacío.
Me confirmo que merezco lo que, el tiempo que me quede, me quede por llenarme.

Mantras jipis para seguir para adelante.

Fuerza, respiración, centro y claridad. 
Por mí y por todxs mis compañerxs.



Diario rápido del acompañar en terapia.




Llego. Llegas. Nos sentamos. O no, no nos sentamos. Hacemos algo distinto.

Llego. Llegas. Ni yo sé ni tú sabes a dónde llegaremos.

Y estamos frente a frente mientras tanto.

Te miro. Me miras. Suceden cosas. O no, no sucede nada, y entonces, es eso justo lo que sucede: La Nada.

Das vueltas, te mareas, me mareas, le doy la vuelta al mareo, y tú lo rodeas y yo me voy contigo a dar una vuelta por tus rodeos.

Y ruedas, y ruedas, y ruedas.

Y yo te dejo. Sé que esa es exactamente la manera en que me estás dejando conocerte, y en que mientras, por dentro, tu instinto de supervivencia se tensa y destensa y te preguntas una y otra vez si acaso seré yo alguien que te inspire confianza.

O si se te aparecerá en mí la/s persona/s que un día te la traicionaron.

Puede que lo que crees ver en mí te guste, puede que no. Por dentro te vas ordenando y ahí te decides si te vas o te quedas.

En general, casi siempre, al final te quedas.

Algo dentro tuyo sin que te des cuenta se suelta. Y abres. Y entras. Y te quedas.

Y ahí es cuando empieza la verdad. Tu verdad. Ahí es cuando la realidad se muestra, y coge forma, y se despliega.

Yo lo vivo como magia, casi siempre. Tú lo vives de tus miles de sensaciones y maneras.

Es la confianza. La confianza.
Es el pequeño detalle de grandeza humana, la que

me regalas cada vez que empezamos un nuevo viaje de sombras y de luces. De vomitar las palabras que te arañaban el cuerpo. Que te rompían del quien tú eras.

Y se termina. Se acaba nuestro tiempo. Y nos despedimos.

Y tú te vas, pero,
una parte de ti, y de mí, creeme: ya para siempre se queda.




El meu cor.



¿Que cómo está mi corazón?

A mí, que me han repetido
en tantos y tantos lenguajes distintos
que lo mío no vale
que soy una equivocación
que quien soy yo está mal
hasta la saciedad
hasta que se me ha quedado
como dentro de los huesos,
a fuego
inscrito

y a menudo en mis noches del alma yo
me tengo que debatir,
que enfrentarme a mí mismo
y discutirle a mi propio esqueleto entre si
yo merezco ser, o si dejarme,
si dejarme de nuevo dejar de existir yo.

¿Que cómo está mi corazón?

Mi corazón, ese cementerio acorazado
que bombea
de pura rabia
de fuerza, de hambre, de vidas del pasado que se reencuentran en cada firme y decisivo presente

que cómo está mi corazón, dice

que cómo está este trozo de inocente pureza que cargo aquí escondida
que mantengo entre mi cuerpo
a la que defiendo con mi vida pero a la que
aún no he sabido apenas
aprender a proteger.

Que cómo está. Mi corazón.

Casi siempre me lo olvido en combate
atravesando un profundo desierto de soledades, polvo y frío.
Mi corazón está late que late

buscando, buscando, buscando
un camino

un latido definitivo de paz
está buscando el hogar
donde le confirmen
que merece quien es
que merece haber nacido.

Mi corazón
sin edad, raza ni género
acompañante de casi cualquiera
menos, y por supuesto, de sí mismo.

¿Que cómo está, mi corazón, has dicho?