Huella mental.

Te rebanas el dedo anular de la mano derecha con la máquina de cortar carne. Entiéndase la importancia de ese dedo para una masajista diestra. Y para una bollera, ni te cuento. Mientras sirves cafés y cubatas te pasas el día llorando con la vuelta al sentimiento profundo de que tu vida no tiene sentido. Llega la noche y decides con tus 9 dedos coger el coche y hacerte el viaje hasta Santurtzi. Te quedas sin gasolina a mitad de camino a las 5 de la mañana, te pones a parar coches por las carreteras pero nadie quiere darte gasolina, hasta que llega ese momento en que uno te amenaza con la guardia civil. Paras en una gasolinera para dormir pero no puedes. Te vas a dar un paseo y hay coches que empiezan a ir más despacio y a pitarte. Es ese justo momento, a tus 24 años, en que la realidad te pega esa ostia, en la que te obliga a la plena consciencia de que a las chicas se las viola. Y de que tú, en esa realidad, eres una chica. Llena de un miedo que desconocías y de la rabia que lo envuelve, regresas con paso acelerado a meterte en el coche a esperar que abra la gasolinera. No te duermes. A las 6 de la mañana el gasolinero te ve y por empatía obrera o por tus pintas de perdida le provocas cariño paternal y te invita a desayunar con él. Llegas a Santurtzi cuando acaba de amanecer y despiertas a tu amiga. Desayunáis tortilla en el bullón, vais a las txoznas. Recuerdos. Paseos y complicidad feminazi. Risas, angustias. Desahogo, compartirse. Retiro. Al anochecer comes con Borja unas gambas en el puerto y recicláis bocadillos y un espejo de princesa. A la vuelta el motor peta y al coche se lo lleva una grúa, la única preocupación que te llega es que llegas tarde a abrir la barra. Y regresas al cotidiano en que te sientes cosificada, agredida, pequeña, aplastada. Pasas entre esa gente de siempre el día y piensas muy fuerte que menos mal que tenemos amigas y que nos quieren. Que menos mal que nos queremos. Piensas que eskerrik asko y maite zaitut. Y piensas que eso te sirve y te basta por hoy.

http://www.youtube.com/watch?v=WoOcOkMXaTw

https://www.diagonalperiodico.net/blogs/vidasprecarias/peligrosas-redes-afinidades-y-afectos.html

Clepto manía.

Me río. Me río de ti. Me río de tus miserias y de tus bondades. Cada día me llevo en los bolsillos y por debajo de la ropa todo lo que puedo, tu dinero, tu comida, tus pinzas para el pelo (para el pelo que no tengo). Me he dado cuenta de que ya no me importa su uso, el objetivo es robarte, y te robo. Me divierto ideando estrategias que esquiven tu cámara de seguridad y tus ojos, y los de toda la clientela asidua. Que a lxs chivatxs no les quiere nadie, ya sabes. Me lo paso bomba, y tu caja registradora ni se entera. En serio, de corazón lo digo: me encanta robarte. Contar el dinero en casa me hace dormir como un cachorrito. Almacenar todo tipo de productos que nunca pensé en utilizar es un tremendo aliciente diario. Joder, tu empleada está cogiendo un vicio que te cagas, y tú aún piensas que te respeta o que le afectas o que le inspiras miedo. Tú que me narras tanto tu satisfacción del dinero ganado y del trabajo bien hecho; tendrías que experimentar por un momento lo satisfechx que me siento con cada puñado de euros robados en la mano. Me darías pena, pero no me das ni eso. Me río de tu mentalidad de mierda, me río de tu familia, de tu condescendencia repentina y de tu soberbia cronificada, me río de todas y cada una de las miradas furtivas de desprecio que me regalas, pero también me río cuando me sonríes y me haces la cena, me río de tu machismo y de tu racismo, me río de tus monólogos de tus chistes y de tus problemas.
Y bien pensado yo no sé si esto es una venganza históricopolítica proletaria o simplemente que tengo mucha rabia acumulada y todo esto me ayuda porque todo esto me hace mucha gracia.


Te robo y me río.

Hipérico.

Carretera Polientes
Escalada, km 31
39220 Valderredible

Vivo en una cabaña de madera. Desayuno cada día mirando las montañas de Cantabria.
El ruido de fondo en mi casa son grillos, ranas, los tolón-tolón de las vacas del prado. En el bar son programas basuras de la tele, borrachos gritando/gritándote órdenes y baboseos y cosas, lxs jefxs discutiendo entre ellxs o con sus respectivos jefxs, ruido de gente hablando de nada o en la piscina o ruido de gente que más que gente son ruido.
Soy camarera, cocinera, limpiadora, reponedora, masajista, vendedora de cupones y de gas butano. Aunque no soy nada de eso, en realidad. En realidad soy Clau, y así gano dinero para poder seguir el resto del año siendo Clau. Es raro. Me siento desubicada. Llevo pendientes y un pañuelo en la cabeza, sonrío a gente que desprecio y digo que sí a cosas que no quiero. Vivo en una cabaña de madera frente a las montañas de Cantabria.

Comparto mis días con una persona que se llama Rozío. Nos escuchamos, nos contamos, nos hacemos de colchón y de columna la una a la otra. Me toca canciones con la guitarra por las noches cuando volvemos destrozadas de servir y limpiar. Mientras toca, su voz y su gesto adquieren otra expresión. De dureza, de dolor, pero también de serenidad. Y yo la observo en silencio desde la cama y es cuando más ganas siento de acariciarla. Me siento bien con ella. Me gustan sus besos, me gustan las caricias furtivas que nos damos cuando nadie mira. Me gusta, me gusta ella. La quiero así, en mi camino, en mi vida. Me gusta que ella sea ella y que yo sea yo. Es extraño. Mi escritura se ha vuelto simple, concisa. Quizás mi pensamiento también está ahora así.

Mi pensamiento. Mi pensamiento-imagen que más que nunca, nunca estaba donde yo estaba y siempre estaba en otro sitio, lejos, allí. Mi pensamiento-emoción que me ha hecho tanto daño, que me ha consumido, del que me he sentido presa y del que aún no sé si he logrado salir. Mi pensamiento. Ella. Ella que ha desaparecido, que me ha rechazado, que de pronto es como si estuviera muerta para mí. (Con lo mal que llevo yo la muerte). Ella que se me ha metido dentro y que no la puedo sacar. Quizás la estrategia está en aceptar que soy humanx y que “estas cosas” son así. Aceptar que me ha hecho mierda. La estrategia. El seguir operando en estrategias, como si ésta fuera una partida de ajedrez, seguir esquivando el jaque moviendo todas las fichas habiendo visto el mate tan inminente y tratando por todos los medios escapar de él. Ella. La estrategia. La partida que se me fue de las manos. Donde yo tenía las negras y donde a la tercera jugada la derrota ya estaba asegurada. La falta de perspectiva. La falta de defensa. El haberme dejado sentir. Y ahora, me sorprendo aún, en esos ratos, con que ella sigue aquí metida, y yo sigo esperando algo, sin entender nada, por qué ella, por qué esta mierda, por qué a mí. El tiempo que pasa. Todo se difumina. Fin.

A veces pienso que cualquier día voy a hacer una canción de rap.

Hola. Buenos días. Buenas tardes. Buenas noches. No me llamo nena, me llamo Claudia. Y a ti qué te importa cuántos años tengo. Y a ti qué te importa que de dónde soy. No voy a preguntarte por tu día, por tu trabajo, por tu casa, por tu mujer. Estoy aquí para servir copas, no para que me cuentes tu vida. No te quiero escuchar, dime qué quieres beber. No me llamo guapa, me llamo Claudia. Qué te importa si soy mora. No me sueltes tu tontería sobre los velos, racista de mierda. Qué te importa, a ver. A ti qué te importa lo que haré esta noche. Ni esta noche ni ninguna me vas a ver. Qué te importa si tengo novio. No quiero que me busques novio, no quiero que seas mi novio, deja de decir que te has enamorado de mí. Con naranja o con limón el tercer cubata que te vas a beber. Me llamo Claudia, no morena. Con un chorrito de anís. Qué te importa si tengo un piercing en el ombligo, no me mires las tetas, ésta es la última que te sirvo. No me llamo chiqui, me llamo Claudia, ése es mi nombre, me llamo Claudia, no me conoces, no te gustaría conocerme, me duele ser sumisa por 3,80 euros la hora, me duele cómo me tratas, me da asco tu mirada y odio ser esta agradable chica bonita detrás de la barra que ves ahora frente a ti.

Hoy Rozío ha recogido hipérico de la orilla del Ebro.