Me cago en el sagrado femenino.



Cuenta la leyenda

que si dices tres veces "sagrado femenino"

de enseguida se te baja la regla.


Esta poesía es un elogio

al enemigo mal entendido

y a la magia que desborda esquemas.



Sí, lo digo.

Me cago en el sagrado femenino.

Y lo hago de la misma forma 


en que lo hago en todas 

y con cada una de las normas

que no vienen para acompañar 

ni para amorosamente contener


el sagrado desborde que supone 

dejar que suceda la vida.

Dejarse ser.


Las que digo, estas, son de las que arrancan

reprimen y castran

las más violentas de todas: las camufladas

que llegan calladitas, y que te callan.

En este caso, las envueltas 

en lacitos envolviendo diagramas de anatomía médica

y color pastel.


Me cago en la simbología que emula

una naturaleza que no nos corresponde

ni representa

un obvio intento de decretar esquemas

donde no caben;

de esbozarle cartografías 

a la supuesta normalidad impuesta


a base de meteros en cuerpos y vidas

que ni entendéis ni son las vuestras


genital hormona cromosoma genital hormona cromosoma genital 

córtex cerebral, dado el caso también se presenta


se trata

a la vieja usanza

de una simbología carca, rancia, pedante, 

pesada, anticuada y necia


la que va en contra de la verdad incontrolable que supone

(y os repito)

dejar 

que suceda 

la vida


y dejarse ser en ella.


Me cago en lo mal que os gestionáis el miedo, queridas.

Me cago en que carguéis afuera 

con vuestra rigidez de miras.


Me cago en seguir aguantando en mi cuerpo decretos y secretos.

Juezas, fiscales y policías

de géneros

que no habéis conocido ni en sueños.


Creednos, que no sobrevivimos a la institución de la familia,

que no atravesamos lo que supone 

la traición a la casta

para tener que lidiar ahora con vosotras

y andar todavía en estas.


Os transmito la mala noticia. Vamos a seguir existiendo

desde nuestra precariedad corporal

desde el amor y la resistencia

que supone

que atraviesa


que envuelve nuestra piel en que 

se desenvuelven nuestros peculiares afectos


transformados, transcendidos 

transtornados, según quién


hechos

con ternura 

rabia

y ritmo

igualito 

que fue hecho

este mismo poema.


Oye. Que adoro el color rosa.

Que no va de esto.

Aclaro. No te creas.


Pero es que defiendo y defenderé 

hasta las últimas consecuencias

la libertad, la oportunidad y la experiencia

de una vida que a nadie le deba

ni por miedo, ni por chantaje


el ser vivida a medias.