Puta.

Rasurándome las axilas en el baño me siento como representando una escena oncológica. Me miro al espejo y veo esa calva bajo mi brazo, y se me aparece esa mujer de cualquier películamoralistademierda perdiendo el pelo y sintiéndose derrotada.

Probando cintas de pelo y pañuelos que me hagan parecer más femeninx. Suspiro. Metiéndome dentro de ropa tan incómoda y ajena. El espejo ahora me devuelve la figura de una chica. Aún peor, de una chica mona. Me angustia. Y me angustia que me angustie. Porque tampoco sé cómo ni a quién explicarlo. Es como una sesión de travestismo, pero cutre, forzosa, opresiva. Violenta. Y sin lentejuelas.

Estudiando tipos de cafés y cubatas en el google y apuntándolos en un trozo de papel. Todo resulta como un chiste muy malo. Mientras, intentando dialogar con mi estómago para que aguante y no vomitar mientras cocino carne.

Debería sentirme contentx, con los tiempos que corren, encontrar un trabajo decente de verano...

Aunque mi plan de verano era aprender a tocar la batería, y ver a amigxs, y formar un grupo de punk.

Así que, de nuevo, me quejo. Así es el pesimismo crónico, así es, sin más, ni menos.
El pesimismo de sentirme una puta tan mal avenida.



Perra Vieja - Cuarto Grado

Lesiones incompatibles con la vida / insomnio.

Una parte de mi neurosis consiste en rebuscar y encontrar en el insomnio las palabras precisas de las buenas noches. Creo que una forma torpe y algo-quizás-un pelín desesperada de poner distancia entre el mí de ayer y el mí de ahora. Una forma de alejarme del agujero que atrapa. Y disfruto del insomnio. Lo disfruto.  Construyo en palabras, las creo, las doy contenido y forma. Pero si cualquier día no resulta, si el relámpago va hacia otro lado y en la cabeza no funciona, busco las que otrxs han dejado para mi extraño placer. Entonces, las escojo, las exprimo y las retengo, como haces con lo que quieres que para siempre te acompañe. Cada cual me produce un tipo de sensación. Hoy he encontrado algo con lo que lo primero que he pensado es que leyéndolo en alto me masturbaría. Hoy, Angélica Liddell me da las buenas noches. Buenas noches las que tú tienes, nena.



A los hijos que no voy a tener.

No quiero tener hijos. 
No quiero ir más lejos.
Soy una epidemia de resentimiento.
No quiero tener hijos.
Es mi manera de protestar. Mi cuerpo es mi protesta. 
Mi cuerpo renuncia a la fertilidad. 
Mi cuerpo es mi protesta contra la sociedad, contra la injusticia, contra el linchamiento, contra la guerra.
Mi cuerpo es la crítica y el compromiso con el dolor humano.
Quiero que mi cuerpo sea estéril como mi sufrimiento.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi pesimismo. Gracias al pesimismo puedo hacerme preguntas. Alguien debe quedar en mitad de los hombres haciéndose preguntas, alguien debe quedar en mitad de la esperanza haciéndose preguntas. Alguien debe quedar como un idiota. Alguien debe quedar como excremento, alguien debe fracasar definitivamente. La ausencia de hijos me ayuda a ser excremento y a fracasar. Los adultos saltan por encima de mi vientre liso agitando a sus hijos como banderas, como si el mal hubiera desaparecido del mundo, los exhiben como si la inteligencia hubiera triunfado por fin sobre el mundo, como si fueran insignias de un futuro mejor. No confío en un futuro mejor. Las familias se comportan con soberbia, pensando que su prole va a ser distinta, que sus hijos nunca van a traicionar como nosotros hemos sido traicionados, que sus hijos nunca van a dañar y a ser dañados, que los reveses de la vida sin duda van a ser menores y que sus hijos jamás van a ser culpables de nada.
Mi cuerpo es mi protesta contra las grandes esperanzas de los padres, contra las grandes pretensiones de los padres.
No quiero pasar por ese estado de necedad transitoria.
No quiero que mi resentimiento se interrumpa.
No quiero dejar de pensar en la injusticia.
No sería justo para los excluidos que dejara de pensar en la injusticia, que dejara de condenar a los privilegiados.
Sin embargo no he conocido a ningún niño que se convirtiera en un buen adulto. Los niños no se convierten en buenos adultos. Yo no soy un buen adulto. La bondad no existe. Soy mala, muy mala.
Tal vez esa es la razón por la que no quiero ser madre.
Tal vez a las mujeres malas nos sucede eso, no queremos ser madres.
Las mujeres malas, sin instinto maternal, pagamos el tributo de morir solas, podridas, sin alegría, frente al televisor, frente al espanto, secas, rodeadas de moscas de diferentes tamaños.
A las mujeres malas solo nos puede suceder la muerte.
Me parece bien.
Fui niña. Pero no me he convertido en una buena adulta.
El papel del hombre en el mundo es absurdo. Vagamos de tara en tara.
Cuando imagino mi propio parto solo puedo ver asomando entre mis piernas la cabeza grotesca de un monstruo, ya fatigado por la inmundicia del universo, por lo inefable, por la mezquindad.
Mi cuerpo es mi protesta.
No quiero aportar nada al mundo, salvo mi profundo horror por el mundo. Después de los desastres del siglo XX no puedo sentir más que horror. Después de semejante exhibición del mal, el hombre ya no puede redimirse. ¿Quién puede volver a amar a los hombres? ¿Quién puede volver a cantar en honor a los hombres? Alguien dijo que después de los horrores del siglo XX no se podía seguir escribiendo. La palabra se había vuelto absurda, insuficiente. Los hijos son como la palabra, insuficientes. Sería bueno para mi mente aceptar la insuficiencia de la palabra y del hombre. Pero hay algún cocodrilo dentro de mí que me impide aceptarlo. Cada vez soporto menos la injusticia, cada vez soporto menos la maldad. El mundo está basado en la injusticia y en el mal.
Sólo se me ocurre protestar.
Mi cuerpo es mi protesta.
Quiero morirme sola, sin dejar nada atrás. Es mi manera de unirme a los que fueron exterminados, a los que sufrieron sin límite.
No quiero esperanza. 
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es un ejemplo para suicidas, un ejemplo para asesinos, un ejemplo para todos aquellos que se desprecian a sí mismos.
Mi maldito cuerpo.
Mi decisión anormal.
Llega un momento en que la sociedad se excita, se impacienta y procrea, procrea porque sí, procrea. ¿Qué motivos tienen?
Me pregunto, ¿qué motivos tienen?
Pero mi decisión es anormal.
Perdón por la violencia.
Mi violencia verbal es mi lucha contra la violencia real.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi protesta contra los vestidos premamá.
Mi cuerpo, voluntariamente estéril, es mi inconformismo.
Mi cuerpo es mi falta de adaptación.
Las grandes esperanzas de mis padres destruyeron mis propias esperanzas.
Mi cuerpo es mi protesta contra las grandes esperanzas de mis padres, contra las grandes y estúpidas esperanzas del mundo.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción.
Mi decisión anormal es mi acción.
En definitiva, mi vida es mi acción.
Sólo quiero ser hija.
Conmigo termina la tiranía de la sangre.
No quiero formar una familia.
Nunca me fiaría de una institución que es fomentada, ensalzada, vitoreada, incluso premiada por el poder. No me fío de todos esos gobernantes que se fotografían con sus familias. 
La foto de familia siempre está sobre la mesa de los presidentes, en marco de plata, el marco es carísimo, la familia se merece el marco más caro, el presidente se merece la familia más hermosa, más sonriente, más feliz y más cara.
La familia es lo más importante. La familia es lo más importante. Sin familia nadie alcanza el poder. El poder y la familia, siempre unidos. Me repugna. 
Las fotos de familia me recuerdan los espeluznantes dibujitos paradisiacos que los predicadores te muestran mientras te escupen oraciones en la oreja.
La familia y el poder.
La familia y la religión.
No puedo fiarme de algo que es impuesto desde el poder. No puedo fiarme de algo que es impuesto desde la religión.
Sólo por ese motivo deberíamos negarnos a tener hijos.
Céline dice: “Cuando a los grandes de la tierra os da por amaros es que van a convertiros en carne de cañón. Por el afecto empiezan. Los encumbrados solo pueden pensar en el pueblo por interés o por sadismo”
Estoy de acuerdo.
También dice : “¡Qué vivan los locos y los cobardes!
También estoy de acuerdo.
No me siento capaz de complacer a los poderosos, a los privilegiados. Si les complazco estoy alimentando la obesidad y el conformismo de una sociedad idiota, adocenada.
Es necesario que alguien no tenga hijos. Es necesario para desestabilizar las conciencias. Es una forma de hacer justicia.
Mi cuerpo es mi protesta.
Es mi forma de hacer justicia.
Mi cuerpo es mi protesta.
No quiero tener hijos.
Quiero ser pobre.
No tener hijos es una manera de ser pobre.
Los pobres son esa gente cuya muerte no le interesa a nadie.
Esa es la muerte que yo deseo.
No quiero tener hijos.
Es una forma de ser un poco más pobre.
A veces pienso que no depende de mí.
Estoy poseída por una rabia inidentificable que me obliga a enfangarme continuamente en el dolor.
¿De dónde procede esa rabia?
¿A quién pertenece la voluntad del enfermo?
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi protesta contra mi generación.
El fraude de mi generación.
Han creado una sociedad clasista, engreída, ambiciosa y brillante.
Con el sudor de sus frentes, brillante.
Con el sudor de sus frentes, ambiciosa.
Con el sudor de sus frentes, engreída.
Con el sudor de sus frentes, clasista.
Sólo buscan la comodidad.
Imitan a los pequeños ricos.
Ellos dicen lo contrario, son muy progresistas, pero se comportan como cualquier tipo de clase media.
Codiciosos, complacientes, comodones, regalados.
Sí, se reproducen en la comodidad.
Y eso embota sus mentes.
Sus cabezas están rellenas de comodidad.
Ellos piensan que sus conciencias son correctas, pero no lo son. En el fondo su corrección es un tópico que les permite vivir sin sentimiento alguno de culpa.
Mi cuerpo es mi protesta.
Soy una estúpida.
Soy la que está equivocada por querer sentirme perdedora y ridículamente heroica. Me acuso de petulancia. Soy petulante por ir en contra del mundo. Aunque tal vez solo formo parte de su inercia. No me gusta pensar así pero la rabia me obliga.
Una pobre resentida con aspiraciones artísticas. Esa soy yo.
No quiero salvarme.
Soy la peor. La peor.
Protesto con mi cuerpo.
Soy una basura de color rosa.
La inmundicia de mi carne vuelve escrupuloso a todo aquel que se acerca.
Estoy consumida por la verdad.
La guerra me envejece.
Observo mi existencia, como si mi existencia fuera la de una mosca.
Pertenezco a la fauna cadavérica.
¿En qué momento de la descomposición aparezco?
¿Cuántos días lleva muerto el cadáver?
Mi cuerpo es la protesta por los cadáveres inocentes.
No quiero tener hijos.
No quiero más funerales.
¿Quién es el responsable de las ganas de morir de una mujer?
La injusticia mete espadas en la cama de la suicida.
Aunque se me ha parado el corazón la sangre sigue fluyendo por mi cuerpo para seguir protestando.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción.
Mi cuerpo es mi obra de arte.
Mi decisión es mi obra de arte.
No tener hijos es mi obra de arte.
Mi vida es mi obra de arte.
No haciendo hijos hago arte.
El olor a café mezclado con el olor a pescado me hace vomitar.
Relaciono ese olor con la maternidad.
Y al mismo tiempo lo relaciono con la muerte.
Y pienso: en la familia todo ocurre en lo oscuro.
No soportaría un gramo de hipocresía más.
Porque en la familia amamos pero también estamos obligados a amar. 
Esto último origina relaciones tenebrosas, desquiciadas, que desembocan en camuflajes dolorosos. 
En la familia todo ocurre en la oscuridad.
Mi cuerpo es mi protesta.
Protesto contra la ausencia de pasiones.
Protesto contra la tibieza y la cordura.
Protesto contra el uso del dinero.
Las familias, recién estrenadas, trabajan para pagar neveras más grandes, coches más grandes, vacaciones más caras pero más insulsas.
Las familias trabajan para no perder ni un gramo de prestigio social.
Las familias trabajan para no perder ni un gramo de seguridad.
Protesto contra el prestigio social y protesto contra la seguridad.
Aquí está mi cuerpo protestando, sin hijos.
Las familias trabajan duro para parecerse a los ricos.
Aspiran al bienestar total.
En nombre de sus hijos aspiran al bienestar total, es decir, a lo superfluo. Han perdido el sentido del bienestar.
Mi cuerpo protesta contra el bienestar
Las familias trabajan duro.
Aspiran a la calma total.
Protesto contra la calma.
Mi cuerpo protesta contra la calma.
El bienestar, la seguridad, la calma.
Todo ello les alisa.
Nada de pasiones. Nada de excesos.
Trabajan para pagar el gimnasio.
Para pagar la guardería mientras trabajan
Mientras trabajan para pagar la guardería y su eterno descanso.
Y su eterno sacrificio.
No puedo identificarme con ellos.
No puedo identificarme con un plan de pensiones.
No.
Mi vida es patética y adolescente.
Mi protesta es patética y adolescente.
Soy una mierda.
Pero no quiero ser como ellos.
Me da igual. No hay marcha atrás.
Mi generación avanza hacia la estabilidad, hacia el plan de pensiones, hacia el restaurante caro, hacia el carrito lleno de la compra, avanza hacia un consumo sin límite.
Detrás de sus carteras son una masa blanda y sin forma.
Yo no sé hacia dónde avanzo.
En cualquier caso no tener hijos me da fuerza.
Mi decisión me da fuerza.
Mi generación avanza tanto que no les da tiempo a pensar.
Utilizan cuatro tópicos para pensar y se van a la cama. Tan seguros, tan estables.
Mi cuerpo protesta contra la estabilidad.
Aquí hay demasiados funcionarios.
Protesto contra los funcionarios.
Y los funcionarios protestan porque el sueldo no les llega para pagar un coche más caro, un queso más caro, un restaurante más caro, unos calzoncillos más caros, una mierda más cara. Protestan para cambiar los azulejos de las paredes del cuarto de baño. Por eso protestan, porque necesitan llenar el carro de la compra hasta lo insoportable.
Mi cuerpo es mi protesta contra los funcionarios.
La economía determina las relaciones afectivas.
La economía determina mis acciones.
Mi cuerpo es mi acción.
No me da miedo la pobreza.
Mi economía determina mi protesta.
Imposible la relación con aquellos que jamás han tenido en su vida conciencia de ruina y de pobreza.
Imposible.
La falta de conciencia de ruina y de pobreza me defrauda enormemente. Por eso protesto. Mi cuerpo es mi protesta.
La pobreza es tan indeseable como la medianía.
La rabia me hace delirar.
¿Qué hacer para evitar esta rabia, aquí dentro?
Sólo protesto.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción
Mi vida es mi acción
No quiero tener hijos.
¿Por qué?
Tal vez por la rabia, esta rabia, aquí dentro.
Siempre está a punto de empezar una guerra.
El mundo es maravilloso.

Chantal II

Mi corazón es una empresa de construcción y derribos.
La mente construye en lo que siente. Construye casi espontáneamente, automáticamente. Articula, traza relaciones, prolonga, estira, aumenta. Formas de alimentar el Deseo, siempre.
Luego, la conciencia que vigila inspecciona los cimientos, les pone nombre a las grietas, sopesa y, finalmente, decreta el derribo. Antes de que el corazón se quiebre bajo el peso, inventa de nuevo la levedad.
Hazte ligerx, invisible. Adopta la levedad o muere. ¿Qué decides?
Es preciso derribar todo lo que no deja lugar para el vuelo, todo aquello que ahoga, lo que ha cobrado peso. Y no es el objeto la causa; de nuevo no lo es. Quien no sea capaz de vivir livianx entre las cosas, que se deshaga de ellas. Las cosas no son ni pesadas ni ligeras. Todo depende de la fuerza de quien las recibe.

Derribaré de nuevo todo lo construido, todo lo esperado, lo anhelado. Los recuerdos.
Derribaré todo lo que he sido fuera de mí.



.

De noches rotas
de pasiones, de que no cuadran
de pérdida, de punto y de derrota.

De paciencia que se me va y me vuelve locx
de que con palabras de que sin palabras
de que ¿de qué palabras?
...de corazón.
de que no late de que sólo dispara.

De ira
de rabia.
De impulso que te empuja
de arrebato de que será que me acuerdo de todo
-de que será que no recuerdo nada-

De dolor, dolores
de decisiones que no lo son y que se clavan.
De no entenderse unx y sin fuerzas ni carrerilla
regresar a la muerte en pretérito perfecto.
De resucitar esa vida pasada.

De puerta entreabierta de puro temblor que acaba en portazo.

Desde el estómago hasta el pecho.
De delirios y derrotas.

De lirios y de rotas.






http://poetadifunta.blogspot.com.es/2008/04/de.html

Gracias, Patri.

Agresiones y barreras.

Este texto, forma parte de una recopilacion de textos B.U.C.L.E, que saldrá publicada este otoño en la península, disfruten y difundan si les merece la pena.
SIN RESPUESTA NO HAY SOLUCIÓN
Agresiones y barreras

Este invierno del 2013 no ha estado falto de comunicados de mujeres feministas, las cuales denunciaban agresiones en sus espacios de actividad política.
En consecuencia las reacciones siempre son diversas y se sabe de sobra que a veces cuesta reaccionar antes tales afirmaciones, eso nadie lo duda. Aún así, se debe reaccionar, ya que, como dice la frase: SI NOS TOCAN A UNA, TOCAN A TODAS.
Apliquemos esta frase de una vez.

El silencio o el pasotismo no nos hacen seguir construyendo. Más bien, nos posiciona a unxs y otrxs, alejándonos o acercándonos. Estos actos de denuncia pública están llenos de movimientos y tienen consecuencias, eso, bien lo sabemos.
Vengo a escribir esto no para cuestionar ninguna de las denuncias, no para relativizar ni calmar las aguas, tampoco pretendo acercar posturas que a estas alturas no quiero volver a tolerar, vengo a posicionarme, y a apoyar a todas aquellas.
También es cierto que el texto surge del cansancio de ver cómo es un tema que no se quiere tocar mucho, por si acaso...
Y ya no es solo cuestión del tema AGRESIONES, sino de la pasividad, sobre todo de la gran mayoría de los chicos con los cuales acabamos sí o sí compartiendo espacios, de no querer hablar sobre patriarcado.

Podemos borrar el sujeto hombre de nuestra vida política, de nuestro cotidiano, cosa que desde aquí no juzgaré, pero, realmente en algún momento volveremos a encontrarnos y el problema volverá a brotar.

Quiero dejar claro, que quien este leyendo esto bajo el prejuicio y el desconocimiento de lo que supone ser anarquista y feminista me llamará desde ya feminazi. Después de tantos años conviviendo con esa palabra surgida de el  machismo encubierto, el desconocimiento, la falta de interés y una actitud combativa, decir que el término más bien nos produce risa. Chicos, chicas, llámenlo como quieran, yo le llamo feminismo radical, le llamo compromiso y le llamo ganas de luchar por mí, por nosotras y por nuestra libertad, la de verdad, la que no es negociable.
Quiero hablar primero de lo que puede significar denunciar una agresión machista, puesto que para algunxs parece ser un tema poco serio.
Cuando se acusa a un hombre de una agresión machista muchas cosas de nuestro mundo político y personal se ponen en juego. Nuestras amistades, nuestros círculos afines, nuestra capacidad de argumentación y/o dialogo, etc.
Con esto vengo a decir que no se puede hablar desde la generalización de estas situaciones, hablando de mujeres que quieren joder a un tío, vengarse, etc, como tantas veces tenemos que oír.
Tampoco creo que sea justo decir que por ello van/vamos de víctimas, ya que considero muy combativo y activo decidirse a poner sobre la mesa algo tan político como personal. Tan intimo (como vivencia) como compartido por el colectivo mujeres desde nuestra temprana edad.
Es cierto que existen este tipo de denuncias, las que no son reales, no podemos negar que existan mujeres que utilicen estos términos bajo la mentira. Pero no nos engañemos, no suelen ser la mayoría. Basta ya de relativizar el tema poniendo como argumento que existan mujeres que se aprovechen de esta cobertura, si es que existe alguna dentro de los espacios políticos.
Unos minutos en la piel de cualquier mujer que denuncia bastarían para darse cuenta de lo que supone, tanto personal como políticamente.
Generalizar por no posicionarse, encubrir, o defender a una persona que agrede es tan irresponsable que deberíamos plantearnos las consecuencias muy seriamente.
Cuando en nuestro entorno se deslegitima a una mujer (hablaré todo el rato en términos de mujer refiriéndome a lo biológico) que denuncia una agresión, se continúa alimentando el sistema de poder estructural del patriarcado y el machismo, donde lo privado y lo que pase en casa es causa ajena del resto.
Para nosotras la frase lo personal es político llega hasta esta esfera, donde los comportamientos que tenemos y que el resto tiene son objeto de autocrítica y crítica al ser conscientes de que nos educan en una sociedad machista, capitalizada, insolidaria, colonizadora, militarizada, etc.
¿Por qué nos planteamos no comer animales o utilizar más la bici que el coche, declararnos antimilitaristas o estar en contra del TAV, por lo que esto significa, y no nos planteamos jamás mirarnos por dentro y empezar a hablar de nuestros mecanismos de dominación machista o de nuestra socialización patriarcal?
Como feminista, soy consciente que el mirarse una por dentro no es fácil y que requiere de mucho esfuerzo y ganas de reconstruirse.
También creo que si el feminismo más radical nunca ha llegado a traspasarnos como otras luchas es porque el poder del hombre y el patriarcado dominan y siempre han dominado las esferas políticas. Hasta las más libertarias.
Algún día este juego de poder debería ser destruido por nosotrxs mismxs. Resulta insultante que los ayuntamientos o áreas de igualdad de muchos de nuestros pueblos intenten apropiarse de tantos conceptos elaborados por las feministas más radicales de la historia y nosotras en nuestros espacios sigamos escuchando y observando actitudes de lo más machistas. Deberíamos plantearnos adónde queremos llegar, qué deseamos cambiar, y qué nos da pereza comenzar a cuestionarnos. Me da pena ver cómo el  jodido ayuntamiento de mi pueblo es más feminista que muchxs de mis colegas anarquistas.


Por otro lado, las acusaciones de agresión psicológica o sexual vienen seguidas de un sin fin de cuestionamientos a la mujer, la cual, necesita casi imprescindiblemente que algún colectivo afín mixto se posicione a su lado, para así dar legitimidad a su palabra. La del hombre en cuestión raras veces se pone en entredicho, y sólo se acepta la denuncia después de una investigación a fondo. Y así nos va.
Normalmente el siguiente paso es no volver a tocar el tema y evitar una revisión necesaria de nuestro propio ser interno.

Muchxs al hablar de agresiones hablan de conflicto entre dos partes, creo que el enfoque es erróneo.
Creo que no se puede considerar un conflicto una agresión, sino más bien, un juego de dominación. Es decir, en un conflicto existen dos partes equilibradas, en cambio, en una situación de dominación, una persona o colectivo ejerce unos privilegios y con ellos agrede y, la otra parte en cuestión, los recibe sin su previo consentimiento. No existe equilibrio entre las partes, pues en una reside el poder y en la otra el recibir dicha agresión. Al recibirla tiene dos opciones, no actuar o actuar.
Esto me recuerda a los momentos en los que en las noticias hablan de conflicto laboral, y yo pienso que no es un conflicto sino un juego de dominación, quien te da el trabajo y te impone condiciones nefastas y la persona-colectivo agredido, que se suele defender.
Me gustaría continuar hablando de que es agresión y qué son los limites y el consentimiento. Lo esbozaré, porque sinceramente, hay mucho material al alcance de todxs que habla de este tema y creo que para algo está.
Nadie es quién para juzgar cuando me siento agredida, por lo tanto, no existen juecxs del rollo que puedan decidir si me he sentido agredida o no. Eso es inamovible.
Lo que sí es cierto es que cuando se agrede se traspasan los limites de la otra persona, se la invade sin preguntarle si quería o no, sin comunicarse las necesidades o apetencias.
Es cierto, también, que existen mil maneras de resolver la situación.
Sin hablar en términos de consentimiento no podemos hablar de una relación en las que las dos partes están al mismo nivel, y se hayan comunicado sus apetencias.
Las mujeres, las cuales somos socializadas en roles de sumisión y objeto sexual, tenemos la mayoría que hacer un gran trabajo con nosotras mismas desde el comienzo de nuestras relaciones (casi indistintivamente de la preferencia del género con el cual nos relacionemos sexualmente) para respetar nuestras apetencias y aprender a decir no, a frenar algo que no queremos o de lo que no estamos seguras, y aun así, muchas hemos visto como sin realmente desearlo hemos consentido algo que no nos apetecía por miedo a decir no, por romper esa burbuja. Y lo hacemos, pero no es fácil ni placentero, y eso tengámoslo en cuenta.
Todo ello es producto de nuestra socialización, y quitarnos esa carga es un trabajo que nos resulta necesaria para empoderarnos.
La denuncia de una agresión, es fruto de este trabajo y es una faceta más de nuestra lucha, en la cual no estamos dispuestas a volver a agachar la cabeza o dejar pasar el tema.
El resto de personas resocializadas en las luchas políticas, en los movimientos sociales, de biología hombres, y socializados como tal, podrían hacer el esfuerzo de mirarse por dentro y no buscar excusas para no hacerlo.

No dudo que sea difícil, para las mujeres jamás fue ni es camino de rosas, pero sí creo que es imprescindible entre las personas que buscamos relaciones diferentes, no catalogadas por el sexo y fuera de todo el sistema que nos a educado desde bien pequeñxs.

Nosotras lo seguiremos haciendo, pero que nadie se extrañe cuando decidimos comenzar a tejer redes exclusivamente entre nosotras. Porque estamos hartas de tener que justificarnos, de legitimizar nuestros actos, de expresar nuestra rabia, y por ello, muchas veces preferimos no perder el tiempo intentando convencer a nadie y comenzamos a hacer un trabajo para nosotras y desde nosotras y que cada cual siga su camino.

La información está ahí, las experiencias están escritas, solo falta la empatía y el compromiso de quienes no quieren ver más allá de la esfera de un mundo patriarcal.

Ánimo chicas y que la lucha continúe!!!

Siete vidas.



Dar las buenas noches a todo lo que fue. A todo lo que tal vez pudo ser y parecía que iba a ser y de hecho debería haber sido. A aquello, lo que tú no quisiste ser.

Dar las buenas noches. Divorciarse del poder
y pedir orden de alejamiento.

Corsé.

Está ahí, siempre. Es mi Siempre. Es.
Es el monstruo que me mira a través.
A través del espejo, a través del recuerdo
a través de la piel.

Es un objeto. Pero no es ajeno. Está dentro.
¿Cómo decirlo?
Es un plástico interno.
Una prótesis que me formó.
¿Cómo decirlo?
Que no logro separar entre mi cuerpo y él.

En cada "no me toques".
Cada "no me sostengo".
Cada vez que necesito de la ropa.
Cada "no" que no nace de mí, que sale de otro lugar que no es yo.

Cómo decirlo.
Porque no puede decirse.
Él es mi coraza. Es tangible e intangible. 
Es.

http://ladyfestmadrid.wordpress.com/2013/06/16/cuerpos-aberrantes-gordas-defectuosas-cancerosas-anormales/





Aquí y ahora.

Llegadxs a este punto crítico
a esta parodia infértil de amor y muerte
-las pulsiones, el Deseo, el duelo, el temblor que no se va-
donde lo más importante ya no se dice
nada y todo puede vencerme.

Soy lx que juega y soy el juego mismo.

Chantal.

Los lugares nos quitan y nos dan su fuerza. 

Quise volver a divisar mis propias murallas, mi ciudad interior, y derrumbar de nuevo sus almenas demasiado fortificadas. Quise sondear sus pozos de agua clara demasiado resguardados, abrir brechas en las torres demasiado erguidas, quebrantar sus bastiones, embestir sus puertas, violentar y escandalizar a sus habitantes. Todo estaba tan tranquilo, tan protegido, que empezaba a dar asco.

Las ciudades interiores se edifican alrededor del centro llegando a menudo a ocultarlo por completo. Nos asentamos en ellas, y nos dormimos. Las ciudades interiores son ciudades-dormitorio, ciudades-balneario, ciudades-fábrica, ciudades-estante u otras, ciudades que nos mecen, nos apremian, nos consuelan, que siempre, de mil maneras, nos confirman. Su material de construcción es el hábito. Reconocer es la consigna.

Por eso, para que tiemble la habitante de la ciudad interior, es menester destrozar el paisaje y quebrantar las costumbres, confundirle hasta que el cansancio le derrumbe, hasta que se quiebren sus planteamientos más sólidos, sus más estoicas propuestas, se disuelvan sus expectativas más remotas y su paciencia, y el ánimo más severo se contraiga ante la perspectiva de un nuevo combate.

Arrasar las ciudades interiores es función del enemigo, aquel que posee la fuerza del vacío, el único capaz de convertirnos en lugar de fuerza. Pactar con el enemigo es ya, casi, obtener la victoria.

Porcentajes.

Localizar dónde
en qué lugares, tiempos,
en qué gestos, palabras, cuerpos
depositamos nuestra seguridad.

Entender-nos esto, para sobrevivir.
Para evitar que nos la quiten.
O incluso
simplemente
-ysinprevioaviso-
que de pronto
un día
desaparezca.

Epistemología.

Llevas un mes digiriendo.  Masticando, largo, despacio, con peligro inminente al atragante, la náusea o el vómito. Un mes, te has dado. Eh, recuerda, es un mes, en eso habíamos quedado. Pasado este tiempo debes empezar a cagar y hacer de esta mierda un buen abono.


Os hacéis reír. Hacía un tiempo que no te reías tan así, tan de verdad, tan a la ligera. Bebéis, baila (porque tú no bailas) llenáis de pintadas la ciudad, grabáis vídeos absurdos, os contáis las batallas y las penurias. Seguís riendo.
Llegas a su casa, un panorama muy pintoresco, parece como si te hubieras metido en una obra absurda de teatro moderno. Vas a su habitación, le habías dicho que no comías bichos muertos, de pronto aparece con un plato con todas las verduras que tenía cortadas en cachitos. Es de esos gestos que te conmueven, que te significa mil cosas por detrás, que te deja fascinada (con disimulo).
Le coges su libro de Cortázar de la mesilla mientras ella se ausenta. Tiene como marcapáginas un calendario de Jesucristo. Te da la risa tonta, rebota contra las paredes de piedra, te da reparo, la frenas. Le dejas encima tu libro de Fóllame de Virginie Despentes. Crees que le pega.
Aparece con su cepillo de dientes. Te dice que si quieres utilizarlo que ella ya ha terminado. Segundo gesto significativotiernoatrapante. Segundo, piensas, ya van dos.

Hacéis bromas sobre la desnudez. Te metes en la cama. Como un rayo te pones contra la pared, te haces una pequeña bola. Como si al bicho-bola le hubieran asustado. Se tumba a tu lado. Te dice que podrías ser su peluche. "Ya eres mayorcita para peluches, ¿no?" le sueltas, mientras casi instantáneo piensas que ya podías cerrar esa bocaza violenta que te sale. Se hace el silencio. "Qué peluche más agresivo que tengo..." retoma. "Es que es punki, déjalo". Otra vez silencio.

Sabes que no os dormís. Sabes que hay algo en tu límite que te duele. Algo que no sale de dentro de ti, que sale de otro lado. Piensas en el concepto de la palabra "irreparable". Últimamente lo has estado usando mucho, verbal y mentalmente. Irreparable. Como los daños, como las vueltas de hoja, como las decisiones. Irreparable. Te haces consciente de tu herida. O más bien en ella. Quieres llorar pero a la vez te sale una sonrisa que no sabes de dónde viene, y duermes.

Al día siguiente te llama porque te ha hecho el desayuno. Habláis del deseo y de su construcción, de vuestras familias, de la relación con su novia, del misticismo de los jipis de Granada y de la transexualidad. Bromeáis sobre aquello de parecer dos personajes dentro de una obra de teatro. Una muy muy postmoderna. Coméis uvas.

Respiras tranquilx.

Rotx.












¿Qué si he sido rota?



Como la primavera.
Como la inocencia.
Como la magia.

Algo dentro
fue convertido en trozos
deformes, doloridos,
de la que un día yo fui.

Colapso, cataclismo.
Caminé, hablé, me sostuve ante los otros.
Sólo fingía, mientras la herida sangraba.

¿Qué si he sido rota?

La cordura perdida.
La fe desmoronada.
El alma como extraviada.
Yo, desmembrada.

Me bebí el dolor,
me dormí en el llanto,
me desperté en la locura.

El mundo se me rebeló ajeno.
Irreconocible, irreconciliable.
Humillada, herida, sola.
De rodillas la cara enterrada.

¿Rota?

Cuando pude estar sola,
me senté en el piso.
Aullé de dolor.
Me arrastré rasguñando la tierra.
Me ahogué de lágrimas.
Vomité de amargura.
Y no entendí por qué pasó todo.
Y no entiendo todavía hoy.

Casi muero,
pero me sostiene la rabia.

Casi muero,
pero no estoy muerta.

Casi muero,
y estoy rota.
Sin embargo,
voy a encontrar la forma de levantar el rostro.


P.K.V.

4F

Que la amnesia nunca nos bese en la boca. Que nunca nos bese.
Soñábamos con utopía y despertamos llorando.

Libre albedrío.

Estás entre deprimido y cabreada, catalogando libros en la biblioteca. Aparece una francesa, casi no habla castellano, se quita su pamela y te dice que tienes cara de bollera. Te quedas en silencio, se te queda resonando “cara de bollera” te preguntas que de qué coño va esa tia. Se ríe. Te dice que si quieres aprender a mear de pie sin salpicar. Le dices que sólo te sale borrachx. Te dice que vayas con ella al baño que te enseña. No te meas especialmente. Vas. Lo conseguís. Se ríe. Te dice que si te quedarás en Granada. Le dices que no hay trabajo, que te irás. Te dice que te vayas con ella a Francia a recoger caracoles. Pones cara de asco. Se ríe. Te pide que le recomiendes libros. Le recomiendas tres. Se los lleva. Te pide tu número, te dice que le encanta hablar contigo. Se pone su pamela. Se da un golpe muy doloroso y humillante con la puerta. Se ríe. Se va. Te quedas veinticinco segundos mirando la puerta. Sigues catalogando libros.

Lo pienso.

He creído mirar tu fondo.
He creído tocar lo que te hace frágil.
Lo que te hace más bellx
y vulnerable
y hermosx.

He creído conocer qué se encuentra
en el sentido que tú le otorgas a tus propias palabras.

Y en mis temblores cotidianos

esos que por humillación
y por límite y por derrota ya no expreso
pero que me atraviesan de arriba abajo
sin que pueda evitarlos ni explicar

lo pienso

y supongo, que eso es lo que no se me suelta.
Y creo, que quizás, que eso es lo que no se me va.

Número Cuatro.

Meses elaborando la aparente sencilla idea de empezar con un blog. Uno en-serio, uno sincero, uno constante, uno, de esos. Dejarse del todo al postmodernismo y publicar.
No sé muy bien qué es lo que me hace que me pase meses con esa idea rondando. Tampoco sé qué es lo que me introduce esa pereza para nunca hacerlo. La pereza es el nombre que el capitalismo puso a la tristeza, dijeron. Y aquí estoy, con mi fiel compañera la pereza, prometiéndome que esta vez sí que me pongo sumisa ante mis dominantes deberías y que esta vez sí que sí que me hago caso y que escribo y que me descargo. Que sí.

Es excitante, es como la idea de ponerme con un diario, pero a lo exhibicionista. Mírame por aquí dentro, mírame, invitar a que te miren los rotos y los feos, la no-normatividad hecha confesión y palabra. ¿Quién? Nadie, la nada, eso es lo apabullante, estás invitando a lo abstracto a que te mire. Ay la cibertecnología, cuántos disgustos ya nos has dado. Debería haber ese hado madrina que en ese momento clave le apagase el ruter al vecino al que le pinchas. Que te apaga el ruter y pa la cama, y mañana será otro día.

Le he llamado basurerx porque quiero que sea eso, pura basura. Que se lleve la mierda, que me reparta un poco el peso, de dentro hacia afuera.

Hoy por hoy jugando a que no estoy, jugando a que me he ido, desaparición de la ciudad y encerrada en mi propia intriga de adónde se dirige esta persona que a veces reconozco y a veces no, la que a veces me besa, me sonríe y me resguarda y que a veces me pega una paliza. Todo meticulosamente bien dispuesto para que olvides que esa persona eres siempre tú, tú, tú, tú.

Con las nostalgias, las piedras, también con mis apuestas y firmezas puestas en las oportunidades que si las miras de frente a veces llegan. Y con mis páginas que intentan cerrarse. No aprendí el arte de cerrar, es siempre esa música que de vez en cuando vuelve a sonar y donde unx no se desenvuelve. Vamos, ni a Hostias.