Llevas un mes digiriendo. Masticando, largo, despacio, con peligro inminente al atragante, la náusea o el vómito. Un mes, te has dado. Eh, recuerda, es un mes, en eso habíamos quedado. Pasado este tiempo debes empezar a cagar y hacer de esta mierda un buen abono.
Os hacéis reír. Hacía un tiempo que no te reías tan así, tan de verdad, tan a la ligera. Bebéis, baila (porque tú no bailas) llenáis de pintadas la ciudad, grabáis vídeos absurdos, os contáis las batallas y las penurias. Seguís riendo.
Llegas a su casa, un panorama muy pintoresco, parece como si te hubieras metido en una obra absurda de teatro moderno. Vas a su habitación, le habías dicho que no comías bichos muertos, de pronto aparece con un plato con todas las verduras que tenía cortadas en cachitos. Es de esos gestos que te conmueven, que te significa mil cosas por detrás, que te deja fascinada (con disimulo).
Le coges su libro de Cortázar de la mesilla mientras ella se ausenta. Tiene como marcapáginas un calendario de Jesucristo. Te da la risa tonta, rebota contra las paredes de piedra, te da reparo, la frenas. Le dejas encima tu libro de Fóllame de Virginie Despentes. Crees que le pega.
Aparece con su cepillo de dientes. Te dice que si quieres utilizarlo que ella ya ha terminado. Segundo gesto significativotiernoatrapante. Segundo, piensas, ya van dos.
Hacéis bromas sobre la desnudez. Te metes en la cama. Como un rayo te pones contra la pared, te haces una pequeña bola. Como si al bicho-bola le hubieran asustado. Se tumba a tu lado. Te dice que podrías ser su peluche. "Ya eres mayorcita para peluches, ¿no?" le sueltas, mientras casi instantáneo piensas que ya podías cerrar esa bocaza violenta que te sale. Se hace el silencio. "Qué peluche más agresivo que tengo..." retoma. "Es que es punki, déjalo". Otra vez silencio.
Sabes que no os dormís. Sabes que hay algo en tu límite que te duele. Algo que no sale de dentro de ti, que sale de otro lado. Piensas en el concepto de la palabra "irreparable". Últimamente lo has estado usando mucho, verbal y mentalmente. Irreparable. Como los daños, como las vueltas de hoja, como las decisiones. Irreparable. Te haces consciente de tu herida. O más bien en ella. Quieres llorar pero a la vez te sale una sonrisa que no sabes de dónde viene, y duermes.
Al día siguiente te llama porque te ha hecho el desayuno. Habláis del deseo y de su construcción, de vuestras familias, de la relación con su novia, del misticismo de los jipis de Granada y de la transexualidad. Bromeáis sobre aquello de parecer dos personajes dentro de una obra de teatro. Una muy muy postmoderna. Coméis uvas.
Respiras tranquilx.
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