Este texto,
forma parte de una recopilacion de textos B.U.C.L.E, que saldrá
publicada este otoño en la península, disfruten y difundan si les merece
la pena.
SIN RESPUESTA NO HAY SOLUCIÓN
Agresiones y barreras
Este invierno del 2013 no ha estado falto de comunicados de mujeres feministas, las cuales denunciaban agresiones en sus espacios de actividad política.
En consecuencia las reacciones siempre son diversas y se sabe de sobra que a veces cuesta reaccionar antes tales afirmaciones, eso nadie lo duda. Aún así, se debe reaccionar, ya que, como dice la frase: SI NOS TOCAN A UNA, TOCAN A TODAS.
Apliquemos esta frase de una vez.
El silencio o el pasotismo no nos hacen seguir construyendo. Más bien, nos posiciona a unxs y otrxs, alejándonos o acercándonos. Estos actos de denuncia pública están llenos de movimientos y tienen consecuencias, eso, bien lo sabemos.
Vengo a escribir esto no para cuestionar ninguna de las denuncias, no para relativizar ni calmar las aguas, tampoco pretendo acercar posturas que a estas alturas no quiero volver a tolerar, vengo a posicionarme, y a apoyar a todas aquellas.
También es cierto que el texto surge del cansancio de ver cómo es un tema que no se quiere tocar mucho, por si acaso...
Y ya no es solo cuestión del tema AGRESIONES, sino de la pasividad, sobre todo de la gran mayoría de los chicos con los cuales acabamos sí o sí compartiendo espacios, de no querer hablar sobre patriarcado.
Podemos borrar el sujeto hombre de nuestra vida política, de nuestro cotidiano, cosa que desde aquí no juzgaré, pero, realmente en algún momento volveremos a encontrarnos y el problema volverá a brotar.
Quiero dejar claro, que quien este leyendo esto bajo el prejuicio y el desconocimiento de lo que supone ser anarquista y feminista me llamará desde ya feminazi. Después de tantos años conviviendo con esa palabra surgida de el machismo encubierto, el desconocimiento, la falta de interés y una actitud combativa, decir que el término más bien nos produce risa. Chicos, chicas, llámenlo como quieran, yo le llamo feminismo radical, le llamo compromiso y le llamo ganas de luchar por mí, por nosotras y por nuestra libertad, la de verdad, la que no es negociable.
Quiero hablar primero de lo que puede significar denunciar una agresión machista, puesto que para algunxs parece ser un tema poco serio.
Cuando se acusa a un hombre de una agresión machista muchas cosas de nuestro mundo político y personal se ponen en juego. Nuestras amistades, nuestros círculos afines, nuestra capacidad de argumentación y/o dialogo, etc.
Con esto vengo a decir que no se puede hablar desde la generalización de estas situaciones, hablando de mujeres que quieren joder a un tío, vengarse, etc, como tantas veces tenemos que oír.
Tampoco creo que sea justo decir que por ello van/vamos de víctimas, ya que considero muy combativo y activo decidirse a poner sobre la mesa algo tan político como personal. Tan intimo (como vivencia) como compartido por el colectivo mujeres desde nuestra temprana edad.
Es cierto que existen este tipo de denuncias, las que no son reales, no podemos negar que existan mujeres que utilicen estos términos bajo la mentira. Pero no nos engañemos, no suelen ser la mayoría. Basta ya de relativizar el tema poniendo como argumento que existan mujeres que se aprovechen de esta cobertura, si es que existe alguna dentro de los espacios políticos.
Unos minutos en la piel de cualquier mujer que denuncia bastarían para darse cuenta de lo que supone, tanto personal como políticamente.
Generalizar por no posicionarse, encubrir, o defender a una persona que agrede es tan irresponsable que deberíamos plantearnos las consecuencias muy seriamente.
Cuando en nuestro entorno se deslegitima a una mujer (hablaré todo el rato en términos de mujer refiriéndome a lo biológico) que denuncia una agresión, se continúa alimentando el sistema de poder estructural del patriarcado y el machismo, donde lo privado y lo que pase en casa es causa ajena del resto.
Para nosotras la frase lo personal es político llega hasta esta esfera, donde los comportamientos que tenemos y que el resto tiene son objeto de autocrítica y crítica al ser conscientes de que nos educan en una sociedad machista, capitalizada, insolidaria, colonizadora, militarizada, etc.
¿Por qué nos planteamos no comer animales o utilizar más la bici que el coche, declararnos antimilitaristas o estar en contra del TAV, por lo que esto significa, y no nos planteamos jamás mirarnos por dentro y empezar a hablar de nuestros mecanismos de dominación machista o de nuestra socialización patriarcal?
Como feminista, soy consciente que el mirarse una por dentro no es fácil y que requiere de mucho esfuerzo y ganas de reconstruirse.
También creo que si el feminismo más radical nunca ha llegado a traspasarnos como otras luchas es porque el poder del hombre y el patriarcado dominan y siempre han dominado las esferas políticas. Hasta las más libertarias.
Algún día este juego de poder debería ser destruido por nosotrxs mismxs. Resulta insultante que los ayuntamientos o áreas de igualdad de muchos de nuestros pueblos intenten apropiarse de tantos conceptos elaborados por las feministas más radicales de la historia y nosotras en nuestros espacios sigamos escuchando y observando actitudes de lo más machistas. Deberíamos plantearnos adónde queremos llegar, qué deseamos cambiar, y qué nos da pereza comenzar a cuestionarnos. Me da pena ver cómo el jodido ayuntamiento de mi pueblo es más feminista que muchxs de mis colegas anarquistas.
Por otro lado, las acusaciones de agresión psicológica o sexual vienen seguidas de un sin fin de cuestionamientos a la mujer, la cual, necesita casi imprescindiblemente que algún colectivo afín mixto se posicione a su lado, para así dar legitimidad a su palabra. La del hombre en cuestión raras veces se pone en entredicho, y sólo se acepta la denuncia después de una investigación a fondo. Y así nos va.
Normalmente el siguiente paso es no volver a tocar el tema y evitar una revisión necesaria de nuestro propio ser interno.
Muchxs al hablar de agresiones hablan de conflicto entre dos partes, creo que el enfoque es erróneo.
Creo que no se puede considerar un conflicto una agresión, sino más bien, un juego de dominación. Es decir, en un conflicto existen dos partes equilibradas, en cambio, en una situación de dominación, una persona o colectivo ejerce unos privilegios y con ellos agrede y, la otra parte en cuestión, los recibe sin su previo consentimiento. No existe equilibrio entre las partes, pues en una reside el poder y en la otra el recibir dicha agresión. Al recibirla tiene dos opciones, no actuar o actuar.
Esto me recuerda a los momentos en los que en las noticias hablan de conflicto laboral, y yo pienso que no es un conflicto sino un juego de dominación, quien te da el trabajo y te impone condiciones nefastas y la persona-colectivo agredido, que se suele defender.
Me gustaría continuar hablando de que es agresión y qué son los limites y el consentimiento. Lo esbozaré, porque sinceramente, hay mucho material al alcance de todxs que habla de este tema y creo que para algo está.
Nadie es quién para juzgar cuando me siento agredida, por lo tanto, no existen juecxs del rollo que puedan decidir si me he sentido agredida o no. Eso es inamovible.
Lo que sí es cierto es que cuando se agrede se traspasan los limites de la otra persona, se la invade sin preguntarle si quería o no, sin comunicarse las necesidades o apetencias.
Es cierto, también, que existen mil maneras de resolver la situación.
Sin hablar en términos de consentimiento no podemos hablar de una relación en las que las dos partes están al mismo nivel, y se hayan comunicado sus apetencias.
Las mujeres, las cuales somos socializadas en roles de sumisión y objeto sexual, tenemos la mayoría que hacer un gran trabajo con nosotras mismas desde el comienzo de nuestras relaciones (casi indistintivamente de la preferencia del género con el cual nos relacionemos sexualmente) para respetar nuestras apetencias y aprender a decir no, a frenar algo que no queremos o de lo que no estamos seguras, y aun así, muchas hemos visto como sin realmente desearlo hemos consentido algo que no nos apetecía por miedo a decir no, por romper esa burbuja. Y lo hacemos, pero no es fácil ni placentero, y eso tengámoslo en cuenta.
Todo ello es producto de nuestra socialización, y quitarnos esa carga es un trabajo que nos resulta necesaria para empoderarnos.
La denuncia de una agresión, es fruto de este trabajo y es una faceta más de nuestra lucha, en la cual no estamos dispuestas a volver a agachar la cabeza o dejar pasar el tema.
El resto de personas resocializadas en las luchas políticas, en los movimientos sociales, de biología hombres, y socializados como tal, podrían hacer el esfuerzo de mirarse por dentro y no buscar excusas para no hacerlo.
No dudo que sea difícil, para las mujeres jamás fue ni es camino de rosas, pero sí creo que es imprescindible entre las personas que buscamos relaciones diferentes, no catalogadas por el sexo y fuera de todo el sistema que nos a educado desde bien pequeñxs.
Nosotras lo seguiremos haciendo, pero que nadie se extrañe cuando decidimos comenzar a tejer redes exclusivamente entre nosotras. Porque estamos hartas de tener que justificarnos, de legitimizar nuestros actos, de expresar nuestra rabia, y por ello, muchas veces preferimos no perder el tiempo intentando convencer a nadie y comenzamos a hacer un trabajo para nosotras y desde nosotras y que cada cual siga su camino.
La información está ahí, las experiencias están escritas, solo falta la empatía y el compromiso de quienes no quieren ver más allá de la esfera de un mundo patriarcal.
Ánimo chicas y que la lucha continúe!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario