I.
Dormí niña y desperté monstruo.
Las paredes de mi habitación nunca supieron contener,
el mundo que
adentro se venía. Encerraban y no abrazaban.
Sólo
ocultaban, sólo retenían.
Y me escapé.
Hoy, que duermo “él”
y sueño con la niña.
La niña que despierta y juega con el monstruo.
Y, entre juego y juego,
se susurran se cuentan y se miran.
¿El qué?
Lo que entonces
no se tuvo palabras para decir.
II.
Descubrí a Aladdin
me froté mi propia lámpara
y le pedí mis deseos.
Y pedí poder ser niño
para poder desear
y desearme a mi manera.
Y pedí poder ser niña
para lograr la invisibilidad.
Sólo querer desaparecer
sólo
conseguir que me dejaran
en paz.
Nada funcionó.
Me asusté.
Me perdí.
Hasta que descubrí la magia:
la lámpara siempre
concede tres.
Encontré mi tercer deseo.
Lo inventé. Lo habité.
Y fue allí que
colorín colorado
me quedé a vivir.
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