De la tristeza.








"La tristeza no te va a tragar"
es algo que querría tanto hacerte creer


y sin embargo


sólo alcanzo a besarte
a mirarte, como mucho,
a soportarte, al fin y al cabo.


A soportarte porque
en los bordes de tu tristeza
nace también la mía propia.


Al borde de tu tristeza hay
un campamento montado
donde habitan
todas las tristezas del mundo.


Ya ves. Sólo alcanzo a besarte
a soportarte, al fin y al cabo.
Así, tan triste, tan vacío todo, tan estéril, y tan vacuo


de razones y de caminos
de lógicas y de sueños
de canciones y de refranes


La tristeza es un desierto grande
tan
pero tan grande
que quisiera convencerte
de que no vas a ser tragadx,
y sin embargo, ni yo puedo


y cuando abro la boca para decirte
algo de esto
para soltarte el rollo, el discurso
venderte esperanzas ajenas
viene tu tristeza, o la mía, o no sé ya
la de quién, o la de todas
juntas al mismo tiempo


de pronto yo temo que se me meta
por la lengua
y que se me trague a mí también.


La tristeza es blanca, o azul
como la de los hospitales
como las de los geriátricos
los psiquiátricos
las malditas salas de espera.


La tristeza puede tumbar
hasta a la presencia más grande
hasta a la voluntad más generosa
hasta a la fuerza más auténtica


las tumba en una cama
y las rodea de flores de ausencia


que son blancas
y
azules.


La tristeza, igual que la locura
es la presencia de una ausencia.


A mí, como a cualquiera
no me gusta hablar, ni oír ni escribir
de la tristeza.


Mi tristeza, la mía,
la mía se llama Claudia.

El otro día pude
por primera vez en mi vida
escuchar aquel llanto
que le ahogaba.


Claudia, hoy entendí:


que cada lágrima
que la niña no pudo hacer salir


el tiempo, las convirtió
en una por una
todas las poesías trans*
que Bruno pudo por fin
escribirte hoy.

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