Puedes empezar a ser tú ante lxs demás desde hoy mismo, y puedes exigir a las personas de tu alrededor que reconozcan tu identidad, porque nadie, excepto tú, puede decir quién eres.
No esperes a que se te “reasigne” un sexo. Asígnatelo tú. Estamos hablando de tu propia personalidad. Si no permites que lxs demás decidan por ti respecto a cuestiones mucho más triviales ¿Por qué ibas a darles el poder de decir en este aspecto?
Descubrirás que cuando dejas de ocultarte, avergonzarte, y permitir que otrxs te digan quien eres, lxs demás dejarán de tratarte como si tuvieras algo que ocultar, y como si pudiesen decidir quien eres.
Da miedo, pero funciona. Lo demás irá viniendo por sí mismo, cuando empieces a vivir tu vida, y no la que otros diseñaron para ti.
COLUMPIO
Andrea Gibson (2008), en Pole Dancing to Gospel Hymns.
Traducción de Nines B. Rodríguez
“¿Eres un chico o una chica?” me pregunta,
mirando hacia arriba desde esos noventa centímetros
de cara regordeta y esplendor..
Yo le digo, “Dylan, llevas tres años en esta clase
¿y todavía no sabes si soy un chico o una chica?”
“A ha”
“Bueno pues, llegados a este punto no creo ya que importe,
¿verdad?”
.“Ah… no. ¿Me empujas el columpio?
Y esto ocurre todos los días.
Es una marea de curiosidad de parvulario
precipitándose hacia las rocas de mi yo,
sea lo que sea yo.
En clase hablamos de la vía láctea,
la órbita del sol alrededor de la tierra o… lo que sea.
¡Júpiter! ¡Saturno! ¡Marte!
“Niños, ¿sabíais que algunas de las estrellas
que vemos en el cielo están tan lejos que ya
se han consumido?
¿Qué opinas sobre éso… Timmy?
“Um… mi madre dice que aunque tienes
pelos que te crecen en las piernas
y los pelos de tu cabeza son cortos y de punta
y hueles muy mal como mi padre
eres una chica”
“Tienes razón. Gracias, Timmy”
Y así funciona.
En el patio del recreo ella mira hacia arriba
desde detrás de sus gafas de sol súper rosas
y pregunta, “¿Tienes novio?”
“No”
“Ohhh” dice. “¿Tienes novia?”
Yo digo, “No, pero si por algún milagro en veinte años
al fin tengo una, te prometo que la traeré para que la conozcas.
¿Qué te parece?”
“Vale… ¿me empujas el columpio?
Y ésa es la cuestión.
A ellos no les importa.
A ellos no les importa.
A nosotros, por otra parte…
Mi padre sentado al otro lado de la mesa en la cena de Navidad
apretando los dientes por encima del plato aún lleno
su apetito echado a perder
por culpa de la intrusión de mi corte de pelo,
“¿En qué estabas pensando? ¡Solías ser una chica muy guapa!”
Universitarios borrachos y gritando
mientras se apoyan en las ventanillas de los deportivos de sus papás
“Hey, ¡¿eres un marica o una bollera?!”
Y yo me pregunto qué pasaría
si me topase con ellos en mitad de la noche.
Luego por supuesto está la siempre no-suficientemente-intensa
luz fluorescente de los baños públicos,
“¡Señor! ¡Señor! ¡¿Se da cuenta de que este es el baño de señoras?!”
“Sí, señora, me doy cuenta.
Es solo que no me sentía muy cómoda
poniéndome este tampón en el pene
dentro del baño de caballeros”
Pero la mejor es siempre la madre en el mercado,
arrugando la nariz
y haciendo a un lado los ojos como platos de su hija
mientras le susurra “No te quedes mirando, es de mala educación”
Y yo quisiera decirle, “Escuche, señora,
la única cosa de mala educación que yo veo
es su mano paranoíca y maternal
haciendo a un lado la mejor educación sobre una misma
que esa pequeña va a recibir jamás
viviendo con tu belleza sintética, derramada de kiwi, vainilla
labios de Maybelline, caderas de Stair Master.
Así que por qué no coges tus rosas y tus azules,
tus reglas chico-chica
y las empujas en ese carrito
junto con tu jodida revista Cosmopolitan,
porque mañana
yo empiezo mi día con veintiocho mentes
que saben muchísimo más que tú,
y si me presentase con un vestido de cancán rosa
esos niños no me iban a querer ni más ni menos.”
“Hey… ¿eres un chico o… bah, qué más da,
¿me empujas el columpio?”
Y algún día,
cuando crezcamos,
todo será así de simple.
“Hey, ¡¿eres un marica o una bollera?!”
Y yo me pregunto qué pasaría
si me topase con ellos en mitad de la noche.
Luego por supuesto está la siempre no-suficientemente-intensa
luz fluorescente de los baños públicos,
“¡Señor! ¡Señor! ¡¿Se da cuenta de que este es el baño de señoras?!”
“Sí, señora, me doy cuenta.
Es solo que no me sentía muy cómoda
poniéndome este tampón en el pene
dentro del baño de caballeros”
Pero la mejor es siempre la madre en el mercado,
arrugando la nariz
y haciendo a un lado los ojos como platos de su hija
mientras le susurra “No te quedes mirando, es de mala educación”
Y yo quisiera decirle, “Escuche, señora,
la única cosa de mala educación que yo veo
es su mano paranoíca y maternal
haciendo a un lado la mejor educación sobre una misma
que esa pequeña va a recibir jamás
viviendo con tu belleza sintética, derramada de kiwi, vainilla
labios de Maybelline, caderas de Stair Master.
Así que por qué no coges tus rosas y tus azules,
tus reglas chico-chica
y las empujas en ese carrito
junto con tu jodida revista Cosmopolitan,
porque mañana
yo empiezo mi día con veintiocho mentes
que saben muchísimo más que tú,
y si me presentase con un vestido de cancán rosa
esos niños no me iban a querer ni más ni menos.”
“Hey… ¿eres un chico o… bah, qué más da,
¿me empujas el columpio?”
Y algún día,
cuando crezcamos,
todo será así de simple.
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