Devenir disforia.

Intoxicación por feminidad, podría llamarlo.
Saturación de tanta violencia tan bien aprendida.

Necesidad arrastrada de respiro y de escapatoria de tanta norma

invisible
invivible

constante que me hace sentir atrapadx
atadx por todas partes a una moraleja que nisiquiera entiendo
que nunca pudieron explicarme del todo
porque ni sus propios mercenarios se ponen muy de acuerdo

pero que domina, y que te arrincona hasta que te falle literalmente la respiración
hasta ahí es capaz -son capaces- de llevarte.

No me encuentro y me asusto y pido espacios donde relajarme y empezar a poder plantearme un poco honestamente quién soy
(que se parece bastante a quién quieres ser, pero con algunas cargas perennes e inamovibles acopladas en tu cuerpo.)

Porque, después de todo
mi cuerpo sigue siendo aquel elemento/territorio cuasi-ajeno con el que aún no he aprendido ni de lejos a convivir de forma sana
después de tanto discurso y praxis y puntos y apartes y vivencias y alianzas y experiencias y rupturas y desestructuras y empoderamiento y descubrimientos y lenguajes
genera frustración encontrarte con que algunos asuntos pendientes están en el mismo sitio que estaban antes

(¿y el deseo? el deseo... ¡AY! el deseo. Señor llévame pronto, a mí y a mi deseo.)

Pero supongo que ante todo no desesperarse, y confiar
y de poco a poco
soltar
y de mucho a mucho
querer
y de tanto en tanto
asumir y actuar.

Y me posiciono ante mí mismx y digo: es mi propia crisis de identidad, y ya que poseer, poseo poca cosa, a ésta la voy a cuidar como si la hubiera parido.

Y a todo esto, y bien mirado
si yo fuera otrx yo y por casualidad apareciera en este sitio tan friki
si me leyera a mí mismx tengo serias dudas
pero digo serias, eh
de que no pusiera caras raras
y de caerme bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario