Escribir fue.
Escribir. Escribir fue un milagro.
Y últimamente
cada persona que estoy conociendo
se me aparece como una revelación
como una historia que contar
que merecería ser contada
no sé si a quién ni cómo
¿dónde es el sitio donde se cuentan las historias?
Decidir escribir fue importante.
Podría escribir una poesía al mes
y mi vida estaría más o menos en su sitio.
Sin embargo escribo una media de veinte
y así dentro continúa el suave y preciso desorden
la entrañable familiaridad del caos que contiene.
Escribir me arropa.
Me conecta y me abstrae
casi diría que hasta me sustituye
me deja dejar de ser yo y también poder ser yo por un momento
un ratito de tecleo y tinta
y la mirada se agudiza
las emociones se ponen en fila
los pensamientos mueven ficha
el cuerpo se coloca
(en todos los sentidos).
Escribir me acerca.
Me acerca a ti. Del mí al ti. Ganas me dan de decir
"oye, déjame escribirte encima"
suena raro y obsceno así que en vez de encima, escribo sobre
sobre y a través de ti
de tu historia que quiero oír
y perdona que te sorprenda que te diga
que creo, firme y políticamente, que merece ser oída.
Por favor, que alguien me diga
en esta ciudad maldita
¿dónde es el sitio donde se cuentan las historias?
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