No fuiste tú.


Quiero que me digas su nombre para salir a matarlo.

Y aún así no podría quitarte lo que te han hecho.
No puedo protegerte.

Quiero protegerte tal y como no pude protegerme a mí.

Quiero arrancarte la ansiedad el miedo la culpa la duda. 
No puedo. 
No se puede.  
Nisiquiera pude hacerlo por mí.

Quiero que me digas dónde vive y arrancarle los dedos. 
Que entienda que no merece haber nacido. 
Que no merece estar vivo. 
Que no merece despertarse mañana. 

Que sepa que su respirar es un saqueo y es delito
que cada vez que respira, está robando
está robando el aire que tú, y la otra, y la otra, y la otra
necesitais para recuperaros
de su mera existencia.

Que entienda que no merece este aire, que respirar en este mundo 
ya se le acabó.

Estoy harto de estar todo el día, toda la vida, en estas. 
En esta película de rabia y miedo. 
Estoy harto de pasarnosla sanando la miseria que nos injertais para rompernos. 
Estoy agotado de pensar y repensar en medio de esta guerra abierta.
Estoy cansado de sanar y resanar para que vosotros sigais viviendo.
De escribir y reescribir esta historia absurda
que ya es más nuestra que vuestra.

Estoy harto porque sé que en el fondo y por justicia
lo que os toca es sufrir vuestro terror.
Harto de encarnar cuando os miro
el monstruo que habéis creado.

Observo, mientras me cuentas, tu rostro huidizo e inocente.
Se me rompe la poca serenidad que traía hoy en las tripas al encuentro.
Te veo, te miro.
Están las calles llenas. 
No puedo protegerte. 
Quiero abrazarte y que nadie más te toque sin tu permiso, 
que tu dolor pueda descansar intacto.

Y no. No puedo protegerte.
Como no pude protegerme
a mí tampoco. 

Sí puedo abrazarte
sí puedo prometerte que yo estaré aquí 
cuando la tormenta pase 
y tú al fin puedas dormir.

Prometerte que sabrás qué hacer con todo esto
que sabrás, sin atisbo de duda, que no lo merecías 
que no fuiste tú
ni tú ni tú ni tú ni tú
quien metió la pata hasta el fondo esa noche.

¿Manada?
No quiero más reclamos de manada.
No quiero manadas, no creo a manadas.
No creo que la palabra manada esté ahora de este bando.
Pero déjame decirte, y déjate escuchar,
que hoy, creo en ti, y que hoy,
lo que puedo hacer es
abrazarte
fuerte
el tiempo suficiente
hasta notar
el suspiro exacto
en que tu cuerpo
al fin
comience a descansar.


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