Ojalá.



Ojalá un día responder con poesía

a tu pregunta absurda, a esa breve duda que asomas, al pretendido inocente juicio cargado de odio antiguo que arrojas


al inevitable precipicio que nos separa en ese preciso instante

en que tú vas y abres la boca y hablas.



Ojalá un día. Me digo, me deseo, me pienso para adentro.

Ojalá un día, responder con poesía


con poesía que no te siga en tu estructura lineal de ordenar las cosas

a tu falta de respeto por las vidas que no son esa concreta tuya tan reconocida

porque

lo que es a mí, de momento el cuerpo

sólo me aguanta para quedarme quieto, para hacerte el silencio, tomar mío el silencio, ir y volver del silencio y hacer de ese incómodo silencio abierto efectivamente algo propio que me saque de tanto sitio ajeno



a mí, que de momento el cuerpo

me da para zanjar el asunto y nuestro encuentro,

dar el justo y necesario cierre de gesto y verbo.




Ojalá un día, entonces, os decía, que sea elegante poesía

lo que encuentres de regreso

de tu básica misoginia

mezclada con transfobia a fuego lento.



Ojalá tenga en la punta de mi lengua una poesía que a la vez que te calle te defina.

Hoy, mira, no la tengo.

Te contesto tajante y me voy con lo puesto

en este caso con la rabia conocida, la frustración conocida, y un poco una desesperación con la que ya nos conocemos.



Me voy un poco rendidx y un poco triunfante

al menos

porque al menos te has callado

y pienso que quizás en un rato te dé por avergonzarte



o no, quizás no, quién sabe,

no estaremos para verlo, porque yo y mi poesía nos vamos a otra parte

a dedicarla donde sí sirve y adonde pueda contestarse

desde otros corazones más llenos que ese con el que me he topado

un día más en una mala tarde.




Me deseo y nos deseo.

Ojalá un día, responder con poesía.


Con poesía, de esta, sí, pero en directo.




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