Mi primera verdadera vez.


La primera vez que yo me masturbé
tenía 29 años.
Fue incómodo reconocer en los ambientes transfeministas
esta cosa que me sucedía.
Miedo a las miradas de compasión, juicio y condescendencia.

"Tu cuerpo es tuyo compañerx".
¿Que mi cuerpo es mío? ¿Cuando ni lo siento?
¿Nuestro cuerpo es nuestro?
¿De veras?

Miedo a mi consciencia de falta de pertenencia a mi propio cuerpo. Miedo dentro de la supuesta liberación sexual que caricaturizamos.
Miedo al "nene, tienes un bloqueo".
Por la edad, por lo que he tardado, podría decirse que esto que digo es triste. Y no. No es así para nada.

No es triste necesitar del tiempo.

Al contrario de lo que siempre imaginé
no me hizo falta estar borrachx
no hizo falta que nadie me ayudara
ni con su presencia ni con sus manos

no había música
no había velas
me lo hice a pelo

no lo pensé
porque no andaba bien
de la cabeza
no sé
qué fuerza o impulso sucedió
sólo sé
que sólo fue así

fue nada y fue todo a la vez
todo fue

todo lo que encontré entre mis piernas
fue impresionante y fue nuevo
sentí
todo, todo lo que acaricié
de pronto fue más mío de lo que nada pudo antes serlo

mi pecho fue mío
mi vientre fue mío
mi cuerpo era sólo uno y se estremecía sin romperse y
era perfecto
mis manos lo reconocían
todo estaba bien
porque todo mi cuerpo existía por dentro
porque mis diez dedos supieron cómo moverse
hacia dónde y para quién

y mi placer fue tan mío
tan intensamente mío
que a todxs a quien se lo traté de contar después
no supe describirlo.

Reí. Gemí. Lloré.

Mis diez dedos limpios y mágicos
supieron
limpiaron
la violación, el abuso
la heterosexualidad asesinada
el no ser nunca
lo bueno ni suficiente
para merecer
mi propia paz
con este cuerpo.

La primera vez que me masturbé
yo tenía 29 años y nada tenía sentido.

Fue ágil y fue mágico.

No me corrí
ni de lejos
y no me hizo falta hacerlo.

No necesité de otro gran final que el de la profunda sensación de casa
a lo largo de la piel
de que algo roto se estaba cosiendo
el gran final fue el orgasmo de la justicia
el de que estoy a punto de encontrar algo necesario para seguir viviendo.

No me lavé en toda la tarde las manos.
Olían a victoria. Olían tan tan bien.

Mi mayor logro fue que
tocándome
he creído
por fin
ver algo
que sea cierto.

Quiero recordar y celebrar tanto como sucedió en ese momento
cada centímetro de mi piel.

Nos merecemos tanto por vivir.

Celebro haber llegado hasta aquí.

No es triste saber que a veces necesitamos tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario