Es domingo y llueve.


La vida se desenvuelve como algo complicado. A menudo junto a esta ansiedad me come la necesidad de una línea, un eje, el agarre de cuando el sentido de las cosas se disuelve y tú ahí quedas, sin respirar mitad delirante mitad flotando.

Es domingo, y llueve. Creo que en Barcelona suelo ponerme triste los domingos.

Ayer el sentido de las cosas aparecía y desaparecía con las horas. Cargas policiales gases y ansiedad y terminar en cerveza y un calentón quinceañero en un concierto de rumba y costrerío donde yo no quería estar pero ahí seguía. Y el metro de vuelta a casa empapadx de cerveza y de otras cosas, borrachx y anonadadx pensando en todo esto de el sinsentido.

El sentido. Y no sé si el secreto está en fingir que todo tiene sentido hasta que en cualquier momento de pronto por sorpresa empiece a tenerlo.

La asamblea se va a la mierda por el patriarcado y nosotras cogemos fuerza pero no sabemos qué hacer cuando todo duele. No aprendimos qué hacer cuando duele demasiado.

Y las heridas brotan, luego, en forma de llamadas y mensajes que se nos escapan de las manos y los dedos.

No sé dónde colocarme ni dónde colocaros. A toda esta gente que aparece y se me queda dentro.
Supongo que es por el miedo, y punto.

Tengo ganas de vomitar y resaca absurda de cerveza. Y necesito un abrazo. Es domingo y llueve, y creo intuir una especie de atisbo de empezar a entender por qué soy una persona sin raíces, y sin hogar, y por qué me pongo tan triste en Barcelona los domingos.

Y de pronto suena el timbre
y de pronto estamos follando.

Joder, domingos tan extraños, tan extraños los domingos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario