Fiebre.
Nunca lo reconoceré
pero
me pasé la noche soñando que te follaba.
Nuestro último encuentro acabó
justo cuando todo estaba empezando
en aquel momento breve y exacto
de calentón y volteretas en un colchón viejo sin sábanas
transcurrió rápido con el reloj haciendo estragos
y yo hacía mucho que no temblaba tanto
y yo hacía tanto que no tenía tantas ganas
Nunca lo reconoceré
pero
en estos días mis contados ratos de calma
están resultando ingrata e íntegramente destinados
a intentar esquivar
esta pulsión no resuelta
todas estas imágenes mentales que me avasallan
-los cuerpos tu olor el tacto mis manos ese roto del pantalón situado casi en tu entrepierna nuestras risas flojas la silueta de tu espalda-
pero no puedo, no quiero, me puede
maldita sea
ese maldito roto del pantalón me está quemando
de veras, este deseo desatado me supera
Me he quedado con la fiebre a cuestas
Me cuesta
ponerle palabras a todo lo que sucede
a todo lo que se mueve y opera bajo un síntoma aparente de taquicardia
del sexo, los sexos
durante esos breves momentos
y sería un esfuerzo describirte esto
sin caer en ciertas metáforas pasionales extremas
sin llegar a plantearme el autopermiso
y los autocuidados y el sentir demasiado
y el blablabla etcétera etcétera
por eso no lo reconoceré nunca
todo esto
las ganas con las que te espero, que te esquivo durante el día
pero que te follo cuando duermo
que tu cuerpo ardiendo bajo el mío es un abismo
al que elijo de a poco asomarme
para finalmente dejarme caer
primero la cabeza, y después el resto
sin coger carrerilla
sin dudas, sin vértigos
sin vergüenza
sin miedo.
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