Día de mi orgullo, proletario.
¿Educación contra la violencia lgtb en las escuelas?
El gran reto de recorrer con un cuerpo extraño, de-esos-raros-que-no-se-entienden, las piscinas de un campamento con niñxs de 3 años.
La violencia en los ojos apuntantes y sobre-abiertos de socorristas, monitorxs, todxs lxs compas de curro y sus estúpidas cabezas huecas.
Yo, sonrisa y seguir jugando con esxs preciosxs, tan auténticxs y transparentes niñxs. Tan "poco hechxs".
Creéis que a unx solx de ellxs le ha importado lo más mínimo mi cuerpo y mi género? Sólo con saber mi nombre y que estoy allí es suficiente. Ni una sola pregunta en sus miradas locas de comerse el mundo.
No, tienen 3 años y NO, no les importa, ostia. Les contaminan quienes dicen cuidarles.
Erradicar la violencia sería erradicar esxs horribles referentes adultxs que les persiguen.
Ah, y después de esta dosis de vida real, aquello de que podría aprender a ser chica de otra forma se va bien a la mierda.
Formas propias de vivir el día del orgullo y noséqué.
Castora.
Mi abuela no jugó ni fue a la escuela, tenía que dejar antes bien limpios los zapatos de sus 10 hermanos y ya no le daba tiempo. Ellos acabaron ingenieros. Le gustaban los boleros y las coplas en la radio, ver la misa retransmitida de los domingos, ir a los toros en fiestas mayores y quedar para jugar a la brisca con sus amigas; y le daba miedo los ruidos, la noche, los rojos y las gitanas. Daba unos abrazos y unos besos impresionantes, te retumbaba la cara según entrabas por su puerta. Su padre le pegaba una paliza cuando llegaba tarde a la mesa. Siempre me veía más alta que la semana pasada, una vez me lo dijo con 23 años. Gritaba mucho por las noches atada a la cama, atiborrada a pastillas. Hacía filetes empanaos con ajito y sopas de arroz y palitos de cangrejo cuando yo iba a verla. Decía que yo era un tesoro, que más lista que el hambre, más maja que las pesetas, más buena que el pan. Nadie le llamó para decirle que la madre a la que cuidó hasta el final había muerto. Nadie le dio las gracias por haber sido una esclava. Ella quería que yo fuera feliz, y que nunca jamás tuviera hijxs. Me quería mucho, mucho, en su forma de querer, y yo a ella en la mía. Escribo porque ahora mismo no sé si ya se ha muerto, y lloro y me duele el pecho. Y yo quisiera cantar juntas su temazo preferido. Y la echo tanto de menos.
Mapa de territorio loco.
http://esquizoque.blogspot.com.es/2016/05/las-emociones-imaginarias.html?m=1
"Últimamente he tenido dolores vitales importantes, principalmente duelos. Si el duelo fuese una ciudad en los mapas de mi locura particular, la avenida principal de tal ciudad sería el sentimiento de pérdida, por ser el más llamativo, recurrente y doloroso. De ahí al de abandono, hay una calle. Del abandono a la falta de autoestima, otra calle. De la falta de autoestima al enfado con una misma, una más, y ya si tanto callejero desemboca en que se vuelven difíciles las relaciones con lxs demás, la plaza central del pueblo se ilumina con la luz extraña y artificial de las emociones imaginarias. El conflicto es irreal, está solo en mi cabeza. Esa plaza central lo es de mi locura, y mi locura no es más que mi dolor expresándose. En la medida en que consiga hacerlo (y este es un lugar tan bueno como cualquier otro), podré ir a otras ciudades de mi mapa, podré incluso cambiarme de territorio..."
Me quedo con las ganas de dibujar, y poder así rastrear, un atardecer sobre el mapa de mi territorio loco que, como el patio de mi casa, es particular.
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