L.


Con una mano recorro todo el contorno de su cuerpo.

Descubro cada textura. Muy despacio.


Y en la otra, escondido, un puño apretado

y dentro de ese puño, todo el deseo incontenible

temblando y palpitando

por el siguiente paso

sin querer cambiar por nada del mundo este momento.

La necesidad insoportable de besar cualquiera de sus labios

me dice:

cede y
deja

que estalle la tormenta.
Dices: cuerpo .

Cuerpo, ¿qué cuerpo?
¿El que tú ves? ¿O en el que yo me veo?
¿El que te folla o en el que me siento?

Ya no sé qué parte es la que mi mente crea y cuál es, simplemente, autónoma de la mente.

Después de tantos años de angustia contenida. De innombrables. De culpa. De vergüenza. De puntos de fuga y huídas.

Después de todo. Sentarme y parar a escribir sobre mi cuerpo.

¿Es delirante? ¿Mi sensación física?
¿Es mi cuerpo delirante?
¿Entiende mi pensamiento a mi cuerpo?
¿Entiende tu pensamiento a mi cuerpo?
¿Y mi cuerpo? ¿Se entiende?

Todo cuanto puedo escribir
sobre ¿él?
cabe entre dos signos interrogantes
y se formula en fórmula de duda
como ejercicio constante.

A veces sin respuesta.
Sin-respuesta tranquiliza.

Otras veces casi mejor darse por muertx
que seguir sin lugar y sin sufijo
en este crónico limbo perdidx.

Mi cuerpo se cansa con el paso del tiempo
cuando a veces nada mueve y nada cambia
y agacha su cabeza ante las miradas y los juicios y los daños invisibles y la eterna pedagogía para la gente y contra sí mismx

a mi cuerpo le duele pero también cada día es más fuerte

Mi piel son mis límites y están poblados de pelo y de palabras
breves y volátiles
que cada día me protegen y definen
me explican y me reconocen vivx

a veces.

Es eso.

Siempre
es a veces.