La oscuridad es pa´ quien se la trabaja, segunda parte.
Te escribo para contarte que, aunque nunca lo sabrás
yo ya lloré todo lo que tenía por llorar.
Lo que no significa que no lloraré lo que haga falta
lo que se tercie, lo que surja, llorar
no quiere decir que no lloraré más, y sobretodo mejor.
Significa exactamente eso: que yo ya lloré todo lo que tenía por llorar.
No queda de lo poco de ti que guardaba
esa fantasía, esa ingenua ilusión
ya no queda, no está.
Me faltas en el mismo lugar de mi cuerpo en que ya me faltaste
la diferencia entre el antes y el ahora es que, muerta la fantasía, quizás sólo resiste lo real
lo real no es tanto que te odie, que no te quisiera
lo real es que me duele. Que dueles.
Real. Lo real.
Te escribo para contarte que, aunque nunca lo sabrás, he crecido y soy valiente
soy valiente de verdad
no esa valentía de la que tú me hablabas, esa a la que me obligaste. Nadie es valiente cuando ser valiente es la única opción.
No era valentía, papá, estaba aterrorizado. Tanto, que no podía parar, no podía quedarme, no podía estar.
He parado. Me quedo. Estoy. Puedo mirar. Puedo mirar lo que tengo dentro. Y duele. Y por más que lo mire no se va.
Pero soy valiente, papá. No necesito enfrentarme contra todo. He mirado. Y me voy a quedar, aquí, aquí dentro, asomado, un rato más.
Aunque duela. Y porque duele.
Porque me ayuda a poder mirar también a lxs demás.
Te escribo para contarte que, aunque nunca lo sabrás, he crecido y soy fuerte
soy fuerte de verdad
no esa fuerza de la que tú me hablabas, esa a la que me obligaste. Nadie es fuerte cuando ser fuerte es la única opción.
No era fuerza, papá, me estaba defendiendo. Tanto, que no podía querer, no podía cuidar, no podía sostener.
He bajado la guardia. Quiero. Cuido. Sostengo. Y cuesta. Y por más que lo intente a veces tengo ganas de atacar.
Pero soy fuerte, papá. No necesito destruirlo todo. He descansado. Y me voy a quedar aquí, abierto, frágil y tierno, un ratito más.
Te escribo para decirte que, aunque nunca lo sabrás, ya no te tengo miedo. Ya no puedes hacerme daño.
No voy a quitarme el nombre que me diste, no necesito eliminarlo. Estoy a salvo de esa parte de ti. De esa parte de mí. Estoy a salvo.
Recojo tus frutos, los que no se pudrieron. Los recojo y me los llevo conmigo. Te llevo conmigo, a ti, así.
Así. Te echo de menos y te quiero.
Adiós, papá.
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