Dis-sastre.


Intentar enhebrar y coser todos los parches. Buscarle obsesivx los sentidos a tus vidas, como quien recoge colillas que otrxs tiraron por las calles, y las prende, y las apura, y las agota un último aliento de energía, para que puedan morir y así sea real su muerte. Reciclar sentidos, pues, de eso trata la película, de esas me trato, al fin y al cabo. Reciclando ropa, reciclando comida, reciclando emociones que no estando todavía muertas ya se han arrojado. Y quedan las calles llenas por ahí de todas ellas, por los suelos por los containers, y todo queda hecho un desastre con todas esas emociones sueltas medio muertas, y tú venga que te dale, sentido tras sentido, y tú recoges y enciendes por-si-acaso.

Un Cristo, como ya he dicho. Vaya, un auténtico desastre.


"Escribir produce ansiedad. Mirarme por dentro a mí misma y a mi experiencia, mirar mis conflictos, genera ansiedad en mí. Ser una escritora se siente muy parecido a ser una Chicana, o ser queer – mucha agitación, darse contra toda suerte de muros. O su opuesto: nada definido o definitivo, un estado de limbo ilimitado y flotante donde aguardo, me aquieto, me filtro, hiberno y espero que algo suceda.

Vivir en un estado de inquietud psíquica, en una Frontera, es lo que hace escribir a lxs poetas y crear a lxs artistas. Es como una espina de cactus metida en la carne. Se siente más y más profunda, y sigo empujándola al hurgar en ella. Cuando todo comienza a infectarse tengo que hacer algo para terminar con el dolor y para entender por qué lo tengo. Entro profundo en el lugar donde está enraizada en mi piel y aprieto, tocándola como un instrumento musical – los dedos presionan, agudizando el dolor en vez de mejorar. Entonces sale. No más molestias, no más ambivalencia. Hasta que otra aguja penetra la piel. Eso es la escritura para mí, un ciclo eterno de empeorar, mejorar, pero siempre sacando un significado a la experiencia, sea cual sea.

Entonces es la espina en mi carne la que me aúna a su llamado, a esa cita a doler, a gozar de esa fiesta íntima y política de hacer sangrar el lenguaje. Escribir como molestia hace huella de un oficio del extrañamiento, de la tarea de profanación de una jaula. Pero ¿cuándo se vuelve jaula el cuerpo? ¿cómo enjaulan los modos de inteligibilidad de los cuerpos? ¿es la teoría una jaula? ¿se convierte el lenguaje de la teoría en una jaula? ¿cuándo esa tecnología de inscripción y representación que es la escritura se vuelve jaula?"





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